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Por Jorge Menéndez ()

Cabrils.- ¿Quién lo iba a imaginar? María Victoria Gil se ha lanzado a montar su propio espectáculo en cuanto canal de televisión, youtuber, emisora de radio o medio impreso se le cruza por delante. Parece decidida a capitalizar cada centímetro de atención mediática.

A nivel personal, me cuesta trabajo tener una hermana así. Cada día, a cada momento, me llegan fragmentos de sus programas donde dice blanco en uno y negro en otro. En uno afirma que su hermano no sabe de economía; en otro, que intentó cambiar la matriz económica del país.

Recuerdo como si fuera hoy cuando aseguraba que los problemas solo los podía resolver la Revolución, y que la empresa socialista sería la preponderante. En ese mismo programa llamó a Cuba una dictadura sin escrúpulos, pero al mismo tiempo expresó su confianza en su abogado —según ella, compañero de estudios— y en que la fiscalía no busca hacerle daño.

Desconozco la situación mental de esta señora, pero creo que le haría un gran favor a su hermano si se callara. Ignoro cuánto ha cobrado por hablar tanta incoherencia, pero está claro que el caso de su hermano le ha servido para montar otro episodio de su gran escena, sin aportar absolutamente nada nuevo.

Lo más lamentable es la imagen que proyecta como hermana: primero duda de las acusaciones del gobierno, luego duda de si su hermano cometió espionaje o robó dinero, e incluso ha insinuado que podría haber incurrido en espionaje industrial.

Todo parece un montaje

Es muy triste que, a cambio de dinero y a costa de su hermano, busque su hora de oro. Muy triste despotricar contra él en momentos tan peligrosos, cuando incluso podría enfrentar la pena de muerte.

María Victoria Gil, quien en su momento declaró que tenía rotas las relaciones con su familia, ahora se presenta como “la más enterada”, sin aportar absolutamente nada que no sepamos. Según ella, está segura de las “garantías procesales” de una dictadura sanguinaria. ¿Cómo se puede entender eso? Es como pedirle a un león hambriento que no te muerda.

Laura Gil, hija del exministro, mantiene mucha más coherencia comunicacional. Por eso está siendo víctima del régimen: le han desconectado el internet y no le permitieron entrar en la sala del juicio.

Todo esto es un montaje para cubrir un trámite. Un teatro ante la crisis económica imperante, con Gil como blanco perfecto. El régimen no podía permitirse un juicio abierto porque Gil sabe demasiado. Y hasta donde se sabe, no ha reconocido los cargos. Por tanto, la información que pueda revelar en el juicio no debe trascender.

Los que están detrás de Gil

¿Quién convirtió a Gil en ministro de Economía? ¿Quién lo nombró vice primer ministro? ¿Quién fue el tutor de su tesis? Miguel Díaz-Canel. Y todos sabemos que si de esa sala sale información comprometedora, él será el primer defenestrado. Eso, en la Cuba actual, no se puede permitir. Su caída afectaría la legitimidad del sistema y de la dictadura.

Respecto al espionaje, poco se sabe. Pero todos sabemos que Gil, por su cargo, tenía acceso a información privilegiada. ¿Cometió espionaje? Nunca lo sabremos. Lo que sí sabemos es que es la excusa perfecta para cerrar el juicio y condenarlo.

Este juicio es también un mensaje directo a los demás dirigentes, ministros y viceministros: nadie es intocable. El delito de espionaje será, a partir de ahora, un nudo en el cuello de todos los vividores.

El debate está servido: ¿tiene el gobierno cubano pruebas del espionaje del Sr. Gil, o teme que este se “despelote” revelando información no pública?

Personalmente, creo que no hay pruebas. Y precisamente por eso el juicio es cerrado.

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