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Por Javier Bobadilla ()
La Habana.- Para entender lo que está pasando entre Trump y Maduro hay que remitirse al barrio. Borges, después de escribir de la curvatura del tiempo y las dimensiones fractales, nos enseñó que dos hombres y un cuchillo entre ellos puede ser el más universal de los problemas.
En esta historia hay tres guapos, Trump, Putin y Xi Jinping. Guapos integrales, que reúnen todos los requisitos de la guapería.
La guapería no es lo que se creen estos muchachos de ahora, que es andar por ahí metiendo galleta y puñalá. La guapería es un arte. Estos guapos se fajan, pero además tienen una pila de negocios por ahí, que tú no sabes dónde empieza uno ni donde termina el otro. Tienen bulto de tracatanes, porque son titiriteros y mentalistas, y saben bien cuál está tracataneando pa’ raspar algo, cuál está pa’ ganarse puntos y jurarse, y cuál no cree en nadie y está pa’ salarse, y saben usarlos a todos.
De esos tres guapos integrales, el más presidiario es Putin. Indiscutible. Putin antes de ser guapo era meta. La transición vino de una forma natural. Las herramientas de la contrainteligencia aplicadas desde el trono de un imperio. No hay que darle mucha cuerda, y el piquete lo sigue a lo que sea.
Xi Jinping no habla. En China, es parte de la cultura que los pensamientos y los sentimientos son lo más privado que tiene una persona. ¿Qué quedará para un tipo que tiene dinero en todo, en todas partes, al mismo tiempo, sin confiar en nadie? Se dice que, por debajo, todos los negocios son de él. Nunca se ha fajado, pero nadie quiere verlo fajarse.
Trump habla demasiado. Ama la oratoria, pero no la domina. Viene del negocio de la construcción, donde se habla mucho y en círculos, se dicen muchas mentiras y se especula cantidad. Sus mejores momentos son en Twitter, porque el formato lo obliga a ser conciso y directo. Y como habla mucho, recientemente se ha visto en la necesidad de demostrar lo que habla, quiéralo o no.
En Europa no hay guapos, ellos dicen que eso es un barrio residencial y no les cuadra ese atraso. Estaba Alemania, que era súper ambiental, abakuá y santero. Una vez se acomplejó por una miradera atravesáo y mandó a tres para la funeraria de Zanja y a los demás para el cuerpo de guardia del Calixto, a darle hilo y aguja, pero ahora está quitáo. No obstante, cuando hay un quimbe en la zona, todo el mundo te dice que to’ está tutto bene pero déjame preguntarle a Alemania, y después te digo.
Hay otros guapos en el municipio. Tipos que quieren subir, pero saben que no hay bomba para llegar arriba solo, y tienen que cuadrar con uno de los grandes para que lo recoja. Bukele, Netanyahu, Kim Jong Un, Erdoğan, Zelenskyy, el Ayatollah Khamenei.
Maduro es un asunto aparte. Con tamaño y fama para ser un tipo peligroso en el barrio, ha caído en el relajo. Los guapos serios no lo ven con buenos ojos. Es un desperdicio de recursos.
Maduro era ahijado de Chávez, que era ahijado de Fidel, que era un ahijado conflictivo de la Unión Soviética. Y guste o no, Fidel era un chamaco que prometía. Un buen día, siempre con la venia del padrino, se fue a calentar durísimo el solar. A invadir África al otro lado del mundo, un CONTINENTE 273 veces más grande que Cuba, porque total, ya a América Latina la tenía controlada.
Fue una estupidez. O lo hubiera sido para otro, porque… ¿Le salió bien? ¿Le salió mal? ¿Tú sabes? Yo no sé. La guapería es así. Si ganaste o perdiste importa menos que si convenciste de haber ganado. Él era extremadamente bueno convirtiendo el revés en victoria.
A la salida del poder de Fidel, como mismo desapareció Carlos Lage y apareció DC, murió Chávez y apareció Maduro. Se fue un hombre de Fidel y vino uno de Raúl. No es el primer cuento -ni va a ser el último- de tres que van con una botella, y vuelven dos con la botella vacía, y al otro lo encuentran a la semana con la boca llena de hormigas.
Ahora Cuba es un presidiario viejo, con el hígado desbaratáo por el alcohol y unos tatuajes borrosos que se hizo en el tanque en el año 75, hablando mierda por las esquinas, de que si yo fui, y yo hice, y yo pinché a nosequién; y cinco o seis chamas que le oyen la muela pero se hicieron el banga con anestesia.
La estructura del respeto -y el presidio- está rota. Putin no parece entenderse con Maduro. En Cuba, que era el intermediario con la región, no vive nadie. Quizá sea algo en el espíritu latino que un ruso no puede comprender.
Maduro se va quedando sin padrino. A Cuba todavía le descarga a su talla, pero los consejos le sirven para mantenerse en la cuadra, no para changanear con uno de los integrales.
Fíjense que Trump fue a casa del Ayatollah, le sonó la cara alante de la jeva y se volvió a ir, pero no lo pinchó, porque el Ayatollah es de Putin, y entonces sino Putin le mete lo último a Netanyahu, que es de Trump. En el medio de esa tortilla hubiera estado Erdoğan, pero como es normal, se hubiera hecho el loco, que es lo que hace siempre, porque él se dedica a copiar novelas turcas. Los guapos también saben cuándo hay que meterse, y cuándo no.
Así que Trump y Putin tienen una conversación, y empieza Trump:
— ¡Háblate, Putin!
— Déjate de guara, que a ti nadie te ha dao esa confianza, y es más, voy a hablarte claro. El consortico tuyo ese me tiene cansao. Trump, mi hermano, yo sí estoy asfixiao. Como siga payaseando le voy a meter mano por la jugada. Habla con él, mira a ver lo que tú vas a hacer.
— Asere, es que yo tengo un chama tuyo también medio haciéndose el cabrón…
— ¿Qué volá Trump? ¿De qué tú me habla? Por allá nadie es familia mía.
— Ahhhhh… No, asere, no hay cráneo entonces. Ese que tú dices, casualmente, tampoco es consortico mío.
A buen entendedor. Automáticamente el no-consortico de Trump -Zelenski- se volvió un problema de Europa, pero como en Europa todo el mundo es penco, el problema en realidad es de Alemania, que estaba quitao y hasta tenía una famila de palestinos viviendo en el gao.
Ahora Alemania pidió dinero prestado para echarse un timbre y andar entubao, porque imagínate tú, tiene a Putin y Zelenski pared con pared, y todos los días vuelan los machetazos.
Baja y sube el telón. Trump va y se para enfrente de casa de Maduro. Hay un par de vecinos que le hacen el dos, unos porque tienen pique con Maduro, otros porque ven el río revuelto. Empieza la miradera.
La miradera es fundamental en la guapería.
Maduro se da cuenta. Cuba se da cuenta. Cuando todo el mundo en las redes está diciendo que Trump está inflanda, y que no va a hacer ná, Legañoa sale en el noticiero y dice clarito que esto es una vil provocación y una patraña del Imperio, y que se la están fabricando a Maduro. Así mismitico se la han fabricado a varios anteriormente.
Para despejar las dudas, los de Trump escogen una lancha rápida de narcotraficantes y le disparan un misil. El mensaje es sencillo: Hoy es la lancha de los narcos, mañana es el guardacosta, pasado, quién sabe…
Sigue la miradera, pero Maduro se acompleja. No puede quedarse así.
Ustedes quizá no lo entiendan, pero la guapería, aparte de ser un arte, es una carrera. El prestigio se construye en el barrio. Para un tipo normal, quedarse así como si nada puede ser una opción. Y mañana, cuando el carretillero de la esquina se meta con su jeva, o se le suban en la azotea a robarle las palomas, será una sorpresa desagradable e inesperada. Para el guapo, el problema es el desafío, y todo lo demás es consecuencia lógica.
Maduro empieza a vestirse de verde para salir en público. Ordena que dos aviones F-16 sobrevuelen los destructores de Trump. La gente de los destructores llama a Trump:
— Asere, el punto se volvió loco. Le voy a sonar la cacharra y le voy a caer en helicóptero…
— No. Tú tranquilo. Vamos a subirle la parada.
Para hacer esto más breve, que ya estoy pasadísimo, no vamos a mencionar los 4 millones de milicianos de Maduro. Háblame de cosa golda.
Trump envía al Secretario de Guerra a Puerto Rico con 10 aviones F-35, y hace pública una respuesta que, en términos de diplomacia internacional, es el equivalente de «si vuelves a hacer lo de los avioncitos te los voy a meter por el culito».
Anuncia, además, que ya no va a echar más guapería por ahí, y se va a centrar exclusivamente en los problemas que tiene en América, lo cual es un cambio diametral en la política exterior estadounidense. Rompe una tradición de un siglo, y después de eso, ya tiene que hacer algo. Porque si después de escalar, recoge, entonces es él el que se desprestigia delante de los guapos de su nivel.
Recuerden que lo importante es convencer de que te fajaste y ganaste. Y en ese caso Maduro va a tener toda la cobertura para decir que venció al Imperio justo en sus narices. Igualito que hacía El Inmortal Invencible.
En este punto de la cosa, dice María Corina que todo va a estar bien, y hay un video de un ex-Secretario de Defensa dando instrucciones sobre qué hacer en caso de un golpe quirúrgico. Los 10 F-35 pueden ir de Puerto Rico a Caracas en 25 minutos, se conectan en red por internet, y son suficientes para exterminar la aviación venezolana sin ser vistos. Los destructores tienen poder de fuego para eliminar toda la infraestructura militar.
El Cómo ya está. Falta que Maduro ponga el Cuándo.