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CUBA VUELVE A JUGAR AL GATO Y EL RATÓN EN VENEZUELA

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Carlos Cabrera Pérez

Majadahonda.- Cuba -como ha hecho históricamente- está jugando a dos bandas en Venezuela, donde ha reforzado su contingente militar, pero mantiene una línea de comunicación con María Corina Machado; como ya hiciera en 2002 con Capriles y, en años sucesivos, con cabezas de la oposición democrática.

La novedad es que Estados Unidos reconoce a Edmundo González Urrutia como el ganador de los comicios venezolanos; tras analizar las actas que -sabiamente- la candidatura opositora protegió sin fisuras.

La postura de la Casa Blanca pone en marcha el reloj de una salida pacífica o la guerra civil, en caso de que Maduro se vea obligado a aferrarse al poder, por las consabidas presiones de una parte de su entramado, con Diosdado Cabello a la cabeza y sin cabeza desde el revolcón.

«Los vamos a joder», bramó un acorralado Cabello, para espantar su pánico a verse vestido de naranja en una prisión estadounidense de alta seguridad.

Raúl Castro -si le consultan- aconsejará a Maduro pactar con los americanos y la oposición triunfante, y para convencerlo, le recordará que noviembre está al doblar de la esquina de Tejas y que sería más saludable pactar con una administración en aparente salida que correr el riesgo de vérselas con Donald Trump o una Kamala que no arriesgará un voto hispano por un mandatario fraude.

El Cuate sabe de lo que habla porque cuando no pudo enfrentarse al convalenciente en jefe y asumir el reto Obama, consolándose con que ganaba Hillary, se encontró de pronto con un presidente menos comprensivo y decidió retirarse, derrotado por la realidad y su propia debilidad.

TRINCAS A VENEZUELA

Cuatro vuelos procedentes de La Habana, tras el batacazo electoral de Maduro y su cartel, llevaron a oficiales de la Inteligencia y Contrainteligencia tardocastristas a Maiquetía; en su mayoría tenientes coroneles y mayores y, preferiblemente, con experiencia previa en Venezuela, donde la desconfianza agrieta al madurismo.

El alto mando cubano filtró a la tropa que los trincas viajaron para proteger a médicos, enfermeras, maestros y entrenadores cubanos; junto al resto de la colaboración civil, pero la selección de oficiales con experiencia previa en tan volcánico terreno, apunta que La Habana teme una guerra civil y quiere tener fuentes alternas entre el generalato y la oficialidad venezolana; aprovechando los vínculos establecidos en su día, por los recién llegados a Venezuela y que ya deben estar distribuidos convenientemente.

Cuba sabe que la naturaleza de las relaciones entre el chavismo y el castrismo implican el riesgo de que la jefatura de la misión militar en Caracacas puede estar contaminada por su cercanía y familiaridad con Nicolás Maduro y no desea cometer el garrafal error de Raúl Castro, en el Perú de Velasco Alvarado; cuando ordenó apostar por Morales Bermúdez, a espaldas de Fidel y la pirueta costó carísima.

Hace un mes, dos cubanos dialogaron con María Corina Machado para garantizarle que no interferirían en el proceso electoral y que -si ganaba- su gobierno podría contar con la colaboración civil en los ámbitos educativos, sanitario y deportes y le rogaron que no suspendiera los puntuales envíos de petróleo a la isla.

Nada nuevo, es el mismo guión cubano desde el golpe de estado fallido de 2002, y repetido en 2007 y 2013; aunque inspirado en el viejo Pacto de San José, que posibilitó a Cuba recibir su cuota de petróleo soviético desde refinerías vnezolanas. acortando plazos de entrega y que la entonces URSS pagaba asumiendo los compromisos venezolanos en su área de influencia.

Lamentablemente, filósofos de barbería -que en Cuba florecen como el marabú- se han puesto a diseñar escenarios irreales, queriendo responsabilizar a La Habana de cuanto ocurre en Venezuela y el resto del mundo; desconociendo la realidad geopolítica, los magníficos análisis del periodista Casto Ocando; referencia insoslayable en el conflicto, y la naturaeza diferente de los sistemas electorales de ambos países.

La penúltima ocurrencia de los analistas de café con leche, culpa a Cuba del diseño del fraude y del sistema electoral venezolano; desconciendo que en el terreno electoral unipartidista, el 
castrismo siempre opera con anticipación, garantizándose la lealtad borreguil de los delegados del llamado Poder Popular; mediante las estructuradas y vigiladas Comisiones de candidatura, y ese es el único acto de elección directa; el resto de la pirámide, includa la elección del presidente y vicepresidente de la república, es indirecta y garantizada por los mansos electos, que luego integran la Asamblea Nacional.

Cuba no tolera y reprime el pluripartidismo, en Venezuela aún hay opciones como lo acaba de demostrar el triunfo inobjetable de la oposición, que tuvo la habilidad de custodiar las actas de casi el 74% de las mesas electorales y se ha ganado el respeto de Estados Unidos y la Unión Europea, entre otros.

La postura de Lula, Petro, Boric y México -exigiendo recuento y transparencia- la trabajó el secretario de Estado, Antony Blinken con ellos, desde hace más de un año; sabiendo que un trunfo fraudulento de Maduro, desataría una ola migratoria desestabilizadora para sus paises y que pondría en riesgo su próximos resultados electorales.

En política, no hay principios ni ética, solo intereses puros y duros y cada gobernante sabe que -si no quiere soltar el jamón- debe gobernar para sus ciudadanos y no para camancolas bolivarianas que suelen acabar en el desencanto; como ha ocurrido en Argentina y Ecuador.

De hecho, la supuesta solidaridad desinteresada de Cuba con Venezuela no es más que la aplicación perfeccionada de aquella norma no escrita en la República de ofrecer servicios médicos a los pobres, a cambio de su voto. Castro no inventó nada, la fórmula la copió de sus antecesores en el poder, incluido Fulgencia Batsta y el KGB puso la música y los instrumentos.

La Habana ya ordeñó abundantemente a la vaquita Pijirigua sabanera y -desde la muerte de Chávez- ha impulsado una política de dos carriles, apoyar al tardochavismo públicamente e ir tejiendo hilos de comunicación con la oposición democrática venezolana, a la que ha ofrecido mantener los programas de colaboración médica, educativa y deportiva a cambio del oro negro.

Maduro está muerto políticamente -mientras más se resista a la evidencia, peor será su suerte- porque el chavismo no es un bloque monolítico, sino un hato de pillos y narcos; con plantilla inflada de filibusteros en su consejo de administración; y los mercenarios suelen matar por dinero; aunque una parte presiona al fraudulento presidente porque sabe que nadie hablará de ellos, cuando hayan muerto, solo sus viudas y amantes siliconadas y con uñas fashión de tigresa en celo.

El exilio dorado de Maduro se frustró hace un par de años, porque en cada ronda negociadora en México, los tardochavistas se aparecía con más nombres en la lista a amnistiar; el compañero Nicolás estaba dispuesto entonces a sacrificarse por 500 millones de dólares limpios de polvo y paja y una masión en República Dominicana para su amada Cilia, según fuentes venezolanas y estadounidenses.

La Habana sabe todo esto y más; y atesora larga experiencia en desentenderse de sus aliados tácticos en una emisión estelar del noticiero, como hizo con Manuel Antonio Noriega y los movimientos guerrileros hispanoamericanos, a partir de 1988, cuando Castro enarboló la tesis de la revolución armada pospuesta y abrió la vía electoral y constituyente; persuadido de que la desigualdad, la pobreza y la insensibilidad de las élites son la arcilla fundamental del comunismo de compadres.

Llegado el caso, Nicolás Maduro tendrá que elegir entre diferentes opciones de exilio y Raúl Castro, sabedor que llegará con dinero fresco y sucio, le hará una tarifa de amigo por pensión completa en mansión apartada; como intentó hacer Fidel con el depuesto Sha de Irán, pero Omar Torrijos se llevó el persa a Contadora, cobrándole un huevo y parte del otro.

Pero, ¡ay!, pero si el huésped se convierte en un escollo con Estados Unidos y la democracia venezolana, un compañero elegido por Raúl, será el encargado de pegar una foto de Robert Vesco en la puerta de la mansión alquilada y alambrada desde el suelo hasta el techo, para estar pendiente de la salud del compañero Nicolás que -de la noche a la mañana- pasará a ser prófugo indeseable y al que el jefe de la Dirección de Finanzas del MINFAR, muy a su pesar, le requerirá todito el dinero que ose llevarse a Cuba y no proteger en Suiza, Singapur o Delaware.

AMARGURA HACE ESQUINA CON SAN IGNACIO

Por todo ello, nadie debe extrañarse que, si una Venezuela democrática y postchavista no rompe con Cuba, los muñequitos del FARINT y el MINREX seguirán en su búsqueda de oportunidades de negocios e influencia; como haN venido haciendo desde 1973, cuando La Habana abrió embajada en Caracas, con el beneplácito de Rafael Caldera y como demostró en telegrama de apoyo y solidaridad el extinto comandante en jefe con Carlos Andrés Pérez, cuando un desconocido teniente coronel intentó derribarlo, en 1992.

Confundir la realidad con deseos, forma parte del ADN cubano desde las guerras de independencia contra España, como ocurrió con la estéril Protesta de Baraguá o aquella bobería solemne de Martí, pretendiendo impedir con la independencia de Cuba que los Estados Unidos se extendieran por el resto de América.

Cuando el chavismo caiga, por su propio peso y estupidez, los principales perjudicados serán los jefes militares cubanos, que durante estos años, se aficionaron a las yipetas de lujo, licores finos y cortes de carne blandita a la parrilla con arroz pilaf y, esos pobres misioneros en forrajeo constante de electrodomésticos, equipos de sonido, carros y otras fruslerías del mundo capitalista, que estos días de confusión y oscuridad deben estar encerrados a ritmo de telenovelas.

Mientras llega el desgüace del tardochavismo, cubanos de ambas orillas fantasean con una caída por carambola de la dictadura más vieja de Occidente; apuestan 20 monedas al gallo colorao, en noviembre y, como el lavado de cerebros castrista los perjudicó, solo conciben el planeta girando en torno a la insignificante isla y viven  convencidos de que el resto del mundo no duerme hasta que Cuba no cierra los ojos.

Por suerte, en La Habana, la calle Amargura hace esquina con San Ignacio, primer general de la orden de la Compañía de Jesús y tocayo de ese genio cubano, apellidado Piñeiro, que lo dijo y lo advirtió con su número El adiós de este momento: ¡»No quiero verte más!, que te vaya bien…»

 

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