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Por Jorge Menéndez ()
Cabrils.- Miguel Díaz-Canel, siguiendo los pasos en eso de pedir de Vladímir Zelenski, ha optado por abrir las puertas de Cuba a cualquier propuesta extranjera. Especialmente aquellas provenientes de China.
Esta apertura, lejos de representar una estrategia de desarrollo inclusivo, marca el inicio de un proceso de entrega del país a intereses foráneos. Sin que el pueblo cubano obtenga beneficio alguno.
La invitación al capital extranjero se presenta como una solución desesperada ante la crisis, pero en realidad consolida un modelo económico excluyente. Los beneficios se concentran en las élites gobernantes, mientras el ciudadano común queda marginado de la economía real. Es la venta fragmentada de la nación, disfrazada de modernización.
La dolarización de la economía es una muestra clara de esta exclusión. El dólar, moneda ajena al bolsillo del cubano promedio, se convierte en el eje de las transacciones. Mientras tanto, el desabastecimiento y las penurias se utilizan como justificación para implementar medidas que profundizan la desigualdad.
Recientemente, Salvador Valdés Mesa declaró que las tierras deben entregarse a los cubanos que tengan dinero. Esta afirmación, lejos de ser una política redistributiva, confirma la transformación del modelo socialista. Se convierte así en un sistema neoliberal, donde el acceso a recursos depende del poder adquisitivo y no del derecho ciudadano.
Paradójicamente, mientras Cuba abre sus puertas al mundo, las mantiene cerradas para sus propios habitantes. La economía se internacionaliza, pero el cubano se ve obligado a emigrar, no por voluntad, sino por necesidad.
El neoliberalismo canelista no solo redefine la política económica del país, sino que también redefine el destino de su gente.