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Cuba moderniza aeropuertos ajenos y aquí no arregla ni una escuela

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Por Oscar Durán

La Habana.- El gobierno cubano acaba de exportar lo que ya casi no le queda: ingenieros. El grupo de especialistas enviados a San Vicente y las Granadinas fue recibido con aplausos, discursos diplomáticos y promesas de cooperación. El primer ministro Ralph Gonsalves los calificó de “vitales” para el desarrollo de un aeropuerto moderno. Todo muy bonito sobre el papel, pero la realidad en Cuba es otra: un país en ruina total, con profesionales fugándose en masa y con una infraestructura que parece salida de un documental sobre guerras.

La propaganda oficial lo vende como un gesto de solidaridad, pero lo que realmente ocurre es un saqueo de capital humano. La isla, carente ya de médicos, maestros y técnicos, ahora manda ingenieros al Caribe como si en Cuba los aeropuertos, las carreteras y los hospitales funcionaran a la perfección.

En La Habana, los vuelos se atrasan porque las pistas están a medio iluminar, los pasajeros esperan horas en terminales que se caen a pedazos, y el mantenimiento de cualquier instalación se reduce a una mano de pintura barata antes de la llegada de una delegación extranjera.

La explotación de profesionales no para

Carlos Ernesto Rodríguez Etcheverry, embajador cubano en el país caribeño, habló de “fortalecer la amistad entre ambos pueblos”. ¿Qué amistad puede existir cuando el régimen castrista convierte a sus profesionales en mercancía de exportación? Estos ingenieros no viajan libres: van enviados bajo contratos que benefician directamente a las arcas del Estado. Lo mismo ocurrió con los médicos esclavizados en misiones internacionales, cuyos salarios terminaron engordando el bolsillo de la dictadura, mientras en la isla los hospitales carecen hasta de gasas.

Más insultante aún resulta escuchar que Cuba está “impulsando el desarrollo” de otro país, cuando en su propio territorio el desarrollo es una palabra prohibida. No hay electricidad estable, no hay alimentos suficientes, no hay transporte digno. Los jóvenes que se gradúan de ingeniería en Cuba buscan cualquier vía para escapar, y los que se quedan son utilizados como vitrinas propagandísticas para mostrar un internacionalismo que hace mucho dejó de ser solidario y pasó a ser pura explotación.

Lo que hoy se celebra en San Vicente y las Granadinas no es cooperación, sino hipocresía diplomática. Mientras los dirigentes se felicitan por la “mano amiga de Cuba”, en la isla esa mano está atada, vacía y sin fuerza.

Exportar ingenieros mientras tu país se derrumba es como invitar a cenar a un vecino mientras tus hijos se acuestan sin comer. Una farsa más dentro del gran espectáculo de una dictadura que prefiere aparentar generosidad en el extranjero antes que enfrentar la miseria que ella misma ha sembrado en casa.

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