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Por Mauricio de Miranda ()
Cali.- A raíz de la emergencia energética que llevó a colapsar al sistema eléctrico nacional, el presidente de Cuba afirmó que esta «tiene que ver mucho con la no posibilidad producto de los efectos del bloqueo recrudecido y de toda la guerra económica que realiza contra de nuestro país el gobierno de los Estados Unidos que incluye la persecución financiera y energética».
Agregó algo así: «… como se ha explicado … no hemos dispuesto de los suministros estables de combustible para que el sistema pueda operar en toda su capacidad y con toda su estabilidad». (La cita es textual de la intervención de Miguel Díaz Canel ante el Consejo de Defensa Nacional disponible en Youtube).
¿Es la inestabilidad en el suministro de petróleo la causante del desplome de todo el sistema de interconexión eléctrica por entre 70 y 90 horas con un efecto devastador sobre la vida de la inmensa mayoría de cubanos que no cuentan con una planta eléctrica o con el combustible para ponerla a andar? ¿O se trata de un sistema obsoleto tecnológicamente que ya no resiste reparaciones menores que tienen el efecto de paños tibios frente al cáncer que está devorando no solo al sistema productivo sino a la vida misma de la Nación?
¿No se dan cuenta quienes tienen responsabilidades políticas en el país que ya casi nadie les cree que las sanciones económicas estadounidenses son las responsables de lo que pasa en el país? ¿No se dan cuenta que ocultar la verdad a lo único que conduce es al descrédito?
Nunca he apoyado ni voy a apoyar las sanciones económicas de EEUU sobre Cuba porque ciertamente golpean -sobre todo- a la población cubana, viva donde viva. Pero es inadmisible continuar con la práctica de responsabilizar a las sanciones con todo lo malo que acontece en el país.
Cuba es un país quebrado. Y lo es -sobre todo- por las políticas económicas fallidas durante décadas; por la dilapidación de recursos con los que contó el país en condiciones de subsidios; por el desgreño administrativo y la ineficacia de un modelo de administración centralizada que ya no da más. Cuba no paga sus deudas y por eso no accede a recursos financieros que podría obtener de países cuyos gobiernos son aliados del cubano y no tienen por qué someterse a las presiones estadounidenses. Pero ni esos gobiernos están dispuestos a poner su dinero en un saco roto.
Cuando los recursos son escasos -y siempre lo son- los recursos deberían asignarse racionalmente. En Cuba los recursos son asignados por una clase burocrática que se cree depositaria de la propiedad que supuestamente es de todo el pueblo, pero no lo es en realidad. Y llevamos varios años en los que somos muchos quienes hemos criticado la política inversionista del gobierno.
A raíz de esta crisis acudí a los datos de inversiones publicados por la ONEI. Entre 2021 y 2023 el total de inversiones fue de 226.656 millones de pesos, de los cuales 81.117 millones (35,8 por ciento) se dirigieron a actividades inmobiliarias, hoteles y restaurantes. Mientras tanto, los suministros de electricidad, gas y agua totalizaron 20.882 millones de pesos (9,2% del total); la industria no azucarera 16,6%; industria azucarera 0,4%; agricultura 2,9%; salud y asistencia social 1,9% y educación 1,3%.
Entre enero y junio de 2024 las actividades inmobiliarias, hoteles y restaurantes recibieron el 37,8% del total de inversiones que sumaron 43.120 millones de pesos. Mientras tanto, el suministro de electricidad, gas y agua recibió el 10,6%; la industria no azucarera 19,5%; azucarera 0,5%; agricultura 2,5%; salud y asistencia social 1,8% y educación 1,0%.
Esta política inversionista claramente va en contra del interés nacional y en un país democrático en el que existieran contrapesos de poderes ya se habría iniciado una investigación para determinar cuáles son las razones por las que los escasísimos recursos del país se destinan a un sector en el que las tasas de ocupación están al 25 por ciento en 2023, según datos de la ONEI.
Y es evidente que es una política fallida, irresponsable y lesiva contra los intereses de la sociedad y de la Nación. Los hechos son irrefutables. El sector energético colapsa; la industria no repunta; la agricultura es un desastre; y el sector azucarero -que en otra época constituyó el pivote de la economía nacional- languidece como testimonio fehaciente del nivel de destrucción causado por décadas de voluntarismo y desprecio por las leyes de la economía.
Mientras esto ocurre, las instituciones cubanas permanecen en el inmovilismo, la autocomplacencia como si los tiempos fueran eternos y no asumen el rol que deberían tener en la sociedad.
Es por eso que es necesario que entendamos de una vez por todas que las penurias económicas que sufre nuestro país, el abandono al que se ven sometidos nuestros ancianos, y la falta de esperanza de los jóvenes son determinadas fundamentalmente por razones políticas. Y la responsabilidad radica, fundamentalmente, en las fallidas políticas de quienes gobiernan y se consideran ungidos por dios.