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Por Víctor ovidio Artiles ()
Caibarién.- Luego de veintiséis horas en el Período Neolítico y habiendo descubierto el fuego para la cocción de alimentos y para ahuyentar a fieras como mosquitos y jejenes, regresamos al presente nuestro.
Como buenos Homo Erectus que somos, toda la tribu se volcó al trabajo. Algunos problemas iniciales con una fase nos pronosticaba un presente traumático.
En el Neolítico no se bombea agua pero en la era actual sí y viendo que el compañero turbinero no se mostraba, salimos a buscar la llave. Al activar el breaker, se puso en marcha la bomba, llenándose de agua la caseta.
El breaker se dio un baño ejemplarizante poniendo en peligro su operación.
La era actual es muy peligrosa sin dudas. Empezamos el llenado de tanques, tanquetas, cubos y pomos mientras otra parte de la tribu terminaba la cena.
Tan confundido y acalorado estaba que corrí a encender un ventilador pero, es tal la falta de costumbre que lo conecté en 220V. Un olor a quemado, como el día en que conquistamos el fuego, llenó el lugar. Aquello no era un ventilador sino un horno de carbón con patas. Como buen ser del Neolítico, levanté los brazos al cielo y pedí… cosas.
El regreso a nuestra era recurrente no demoró mucho. En la oscuridad profunda de nuestra gruta, gritamos casi a coro el lema del regreso, referido al órgano reproductor masculino y seguidamente la alusión despectiva hacia la madre de algunos compañeros Cromagnones.
Pusimos las almohadas en el piso de la cueva y nos dispusimos a tratar de dormir. Otra noche más donde lo de Erectus se pone en falta.