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(Tomado del muro de Facebook de Madelyn Sardiñas Padrón)
La Habana.- El 4 de julio llamamos al SIUM para trasladar a un anciano en estado grave al hospital pero, según informaron, había una sola ambulancia para todo el municipio. El traslado se hizo en una motoneta amarilla por 400 CUP desde el Hospital Militar, donde, inicialmente, pretendían mandarlo para la casa, hasta el hospital provincial.
El día 10 de julio el carro fúnebre, también el único que estaba en servicio, llegó 47 minutos después de la hora señalada para la salida del cortejo desde la funeraria.
¡Y la paradoja! En la mañana del 11 de julio, a los 5 minutos de habernos sentado en el Parque Agramonte, llegaron, no uno, sino dos carros patrulla para detenernos a mí y a mi hijo por haber publicado mi protesta en las redes sociales.
Nos esposaron con las manos detrás -a pesar de no mostrar signo alguno de resistencia al arresto- y nos condujeron a la segunda unidad de la PNR.
Unos 20 minutos después nos condujeron a una celda oscura, con capacidad para 5 reos acostados -una de las camas era prácticamente una cueva- con un baño abierto y muy sucio y una peste que apenas permitía respirar.
Aproximadamente 30 minutos más tarde me condujeron a una oficina donde se encontraba un primer teniente, un mayor y otros dos, al parecer, agentes u oficiales de la Contrainteligencia, vestidos de civil.
El primer teniente me informó, con mucho carácter, que había sido detenida por publicar la protesta en mi muro de Facebook y me extendió un acta de advertencia para notificarme que, de continuar haciéndolo, me procesarán por el delito de desobediencia y, si otras personas hacían lo mismo, el proceso sería por el delito de instigación a delinquir.
El mayor -que se negó a decir su nombre porque, según él, yo lo publicaría con el calificativo de “esbirro»– se dirigió a mí en tono prepotente, intimidante y coercitivo para amenazarme de que si repetía mi protesta, no el 11 de julio, sino cualquier, día me iba a meter presa por los delitos antes mencionados.
Según él, mi hijo y yo somos líderes sociales, los únicos que salimos a la calle en son de protesta en toda la provincia y que no me van a permitir a mí ni a nadie que hagamos nada en contra del proceso revolucionario.
No faltó la pregunta “¿Por qué no te acabas de ir del país?, ni la “sugerencia” de que, como yo soy tan estudiosa de la Constitución, me estudie también el Código Penal.
Me dieron el documento para que lo firmara y escribiera mi compromiso al respecto. En lugar de un compromiso, ratifiqué mi derecho a expresar mis opiniones y manifestarme públicamente, denuncié las condiciones infrahumanas del calabozo y declaré, en letras mayúsculas, que esto es un acto de REPRESIÓN. Iba a firmar lo que escribí, pero como no podía ser justo donde yo había escrito, decidí no hacerlo.
Me devolvieron a la celda y se llevaron a mi hijo. Al cruzarnos le dije que no se dejara provocar, porque ambos oficiales intentarían hacerlo.
Cuenta mi hijo que el mismo mayor le dijo, en igual tono, que era muy joven y se estaba metiendo en camisa de once varas al convertirse en líder social y que si lo que quería era ser preso político él lo iba a convertir en preso político. Acto seguido, le informaron que se le levantaba un acta de advertencia por haber dicho “esbirros batistianos” a los oficiales que estaban presentes antes de que nos llevaran al calabozo, lo que él desmintió rotundamente y se negó a firmar el acta. Al salir, el mayor le dijo: “sigue así que te voy a meter 20 años”.
Pocos minutos después nos liberaron y ¡mire usted!, completamos de regreso el recorrido que pretendíamos realizar inicialmente en el viaje de ida.
Hubo un cambio de turno del oficial a cargo de los calabozos mientras estuvimos dentro. Para nuestra sorpresa y, ¡cómo no!, la del agente entrante, nuestros nombres no aparecían en el registro de ingresos a los calabozos. Sobre esto puedo pensar lo que sea, desde un olvido involuntario, hasta un acto totalmente premeditado para no dejar evidencia de nuestra estancia en ese lugar, ya que no existe respaldo legal alguno para que estuviésemos allí. Siempre quedó evidencia en el registro de entrega y devolución de nuestras pertenencias.
PRIMERO: todavía está fresca en la memoria la frase de Rubén Remigio Ferro de que “en Cuba manifestarse pacíficamente no es un delito». Expresar públicamente nuestro pensamiento y manifestarnos pacíficamente son derechos que nos otorgan los artículos 54 y 56 de la Constitución y que el propio Código Penal protege en sus artículos 384 y 385, respectivamente. Por tanto, la advertencia, con intimidación incluida, para que no ejerza tales derechos es, en sí misma, una violación de la Constitución y un delito previsto y sancionado en el Código Penal, que pudiera catalogarse, además, como delito de abuso de autoridad, lo que hace desaparecer el delito de desobediencia que amenazan con imputarnos.
En resumen, no es la ley, sino la voluntad del partido único ejercida por los cuerpos represivos, la que viola mis derechos ciudadanos.
SEGUNDO: aunque el calificativo de “esbirros» les corresponde de acuerdo a la definición del diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, ese no es un vocablo que mi hijo o yo usemos en conversaciones orales, ni escritas. Batistiano, ¡dice! Cualquier humano con dos dedos de frente y un mínimo de información es capaz de conocer a quién sirven los esbirros en cada lugar y contexto. Yo estuve presente todo ese tiempo y jamás se mencionó esa palabra, ni ese apellido, por lo que a ese mayor y a todos los que lo hayan dicho pudiéramos denunciarlos por los delitos de calumnia y difamación.
TERCERO: nuestras protestas son actos individuales. Jamás hemos convocado a nadie en público ni en privado, incluso necesitando a un tercero que filme el momento del arresto. Entonces, ¿dónde está la instigación a delinquir?
CUARTO: si fuimos los únicos que salimos a la calle, o no, aún no lo he averiguado, pero el simple hecho de haber sido los únicos denota que no hay liderazgo alguno.
Según el diccionario, para que haya un líder tiene que haber un partido político, una organización o movimiento social, religioso u otra clase de colectividad o un equipo deportivo o de trabajo. En nuestro caso no hay nada de eso aún, por lo que el calificativo nos queda grande y no procede. Usar esto como argumento es una burda manera de intimidarnos.
QUINTO: la propia Constitución nos otorga el derecho, incluso, de agruparnos en número no inferior a 50000 electores para ejercer la iniciativa de reforma constitucional en la que, según la propia norma, lo único que no es reformable es el carácter socialista y la forma de negociación con otros Estados. Para esto, la Ley 131 de 2019 establece el procedimiento y exige que se nombre a un representante para que exponga el proyecto de reforma ante la Asamblea Nacional. Ese representante, obviamente, deberá ser el líder de ese grupo, por lo que el “liderazgo” no es algo que la ley prohíba. De esta forma, amenazar con procesar penalmente a alguien por ser líder es coacción y cualquier forma de “desactivarlos” es anticonstitucional.
Por otra parte, sería muy bueno, si consultaran y entendieran de una buena vez la definición de revolución en el diccionario y el concepto de revolución del propio Fidel, en lugar de aprenderlo de memoria.
Es decir que, aún si fuéramos líderes de un movimiento, la Constitución y la Ley nos ampara, aunque todos sabemos que todos los poderes del Estado son gobernados por el partido y no por la ley.
SEXTO: tengo pasaporte, pero hasta ahora jamás se me ha ocurrido irme del país. Además, ¿qué derecho le asiste a nadie, aunque sea una autoridad, a siquiera sugerirme que me auto destierre de mi patria? Si la autoridad quiere respeto, tiene que respetar; somos tan ciudadanos cubanos como lo son sus representantes.
SÉPTIMO, la amenaza del mayor a mi hijo de convertirlo en preso político confirma que las sanciones impuestas a muchos de los manifestantes del 11 de julio fueron más por motivos políticos que por los delitos que hubieran cometido y borra del mapa aquello de que “en Cuba no hay presos políticos».
Mantendré mis protestas mientras mi país siga en las condiciones en que está sin importar las consecuencias. Me amparan la Constitución y las leyes que ellos mismos redactaron y aprobaron.