Jatibonico.- En cinco años mi abuela tendrá 98 años y mi mamá 75, y tengo miedo de que ya no oigan cuando les diga que las amo.
En cinco años yo seré más viejo y no sé si aún tendré deseos de hacer reír a los demás, porque quizás, en cinco años, alguien me prohibió también sonreír.
En cinco años la pintura del techo tiene hollín de calderos vacíos y un olor a nostalgia por lo que ya no tiene sabor.
En cinco años mi amigo se habrá ido, me dejará de recuerdo un peluche, porque no le cabe en la maleta, y yo me creeré que seré el albacea de sus sueños rotos.
En cinco años, el niño que nació hoy, estará yendo a la escuela y aún tengo la duda de si podrá llevar merienda.
En cinco año, el niño que me decía adiós, tendrá quince y estará para otra cosa y su mirada tendrá el mismo color de la nostalgia porque dejó de ser niño.
En cinco años ya no estarán los mismos en el poder y, los de turno, le echarán la culpa a los del pasado y el círculo vicioso se repetirá cada cinco años.
En cinco años las fuerzas de vivir serán mínimas y los ancianos inundarán las calles, sin bancos, sin café y sin periódicos, porque la noticia, de aquí a cinco años, tendrá la misma fecha que hoy.
En cinco años mi bandera, al sol, seguirá perdiendo los colores y un vendedor de asombros comercializará arcoiris al por mayor.
Y en cinco años al juguete que nunca tuvo ese niño de hoy, no le alcanzará la cuerda para despertar fantasías, porque en una tienda de subastas, un señor lo tiene decorando una pared húmeda por las lágrimas de un pasado corto de tan solo cinco años.
El que entendió, entendió, no hay que explicar que lo que para ti significan cinco años, para mí y mi gente, significa una eternidad, muchos más que 62 milenios.
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