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Por Ulises Toirac ()
la Habana.- Quiero hacer público algo curioso acerca de Chivichana y tiene que ver con la forma en que aceptaba jurar en cada ocasión que el Señor Juez lo conminaba.
De chamaco, no sé cómo, aprendí que cruzando los dedos uno podía decir cualquier cosa, aunque fuera mentira, y quedar a salvo. Así pues, cada vez que era juzgado por mis maestros o mis padres y tenía que dar una respuesta que me pusiera en tres y dos, buscaba poner una mano detrás de la espalda y cruzar mis dedos antes de mentir.
Este pequeño detalle que muchos recordarán de su propia infancia (y no me dejarán mentir) quise agregárselo a Chivichana como un guiño al niño que llevamos dentro.
Quizás los más jóvenes no conozcan el método para liberarse de una pregunta inquisitoria, ya les digo, es un secreto de cuando mi infancia. Seguro no lo saben.
Recuerdo clarito clarito que cuando regresaba de la escuela y mi madre abría los ojos desmedidamente para preguntarme si me había portado bien yo llevaba mi mano a la espalda cruzaba los dedos y decía con cara inocente «Me porté muy bien»
Y pensándolo bien, hoy día hay algunos que, sin tanta inocencia por medio, deben tener los dedos fracturados y las manos soldadas a la espalda.