Enter your email address below and subscribe to our newsletter

BICICLETAS BLANCAS

Comparte esta noticia
Por Tania Tasé ()
Berlín.- Hace casi once años llegué a Berlin. Entre las mil cosas de mis primeros asombros, vi una bicicleta blanca amarrada a un poste en una esquina céntrica. Estaba pintada completamente de blanco: ruedas, asiento, timón, rayos, caballo, parrilla, pedales, bielas, cadena, manubrio, etc. Toda blanca y un letrero en el que se podían ver un nombre, una edad, una cruz y una fecha.
Enseguida pregunté a mi padre y me explicó que ahí había muerto un ciclista atropellado por un auto, bus o camión; y la bicicleta blanca era un homenaje a la memoria de la víctima, además de advertencia para evitar accidentes futuros. Me conmovió ver flores en la cestita de la bicicleta. Encontré ese gesto muy bello y también muy triste.
Luego supe que se llaman Geisterrad en alemán, ghost bike en inglés y bicicleta fantasma en español.
Puede ser una imagen de bicicleta y textoEl viernes 10 de mayo de 2024 a las 19:49 horas se detuvieron todos los relojes del mundo cuando me llamaron y me dijeron que a Dianita (nuestra Nana), la atropelló un auto mientras ella andaba en bicicleta al salir del trabajo, que estaba en cuidados intensivos con fuertes golpes en la cabeza, la cadera y una pierna.
Sólo ahora que ella está fuera de peligro, puedo recordar lo que me sucedió y sentí en ese momento: un dolor agudo en la herida de la cesárea que trajo a mi hija más pequeña al mundo hace casi 32 años, un golpe sordo en el estómago que me impidió respirar por no sé cuánto tiempo, y un líquido caliente corriendo por mis piernas que mojó mi pantalón. Estaba en plena calle y me oriné (entiéndase literalmente). No pude moverme un buen rato antes de empezar a gritar.
Sin embargo, no pensé en mi hija en el primer momento. Lo que me vino a la cabeza fue la imagen de la primera bicicleta blanca que vi en esta ciudad, aunque he visto muchas en los últimos diez años.
Estaba paralizada. No podía pensar, no me permitían ver a mi hija y no podía hablar. Entonces recordé que ella siempre dice que tiene ángeles de la guarda poderosos. Y me encomendé a ellos sus ángeles, a mi familia y a amigos que no permitieron que yo estuviera sola en la larga noche que tenía por delante.
Cuando al fin pude verla y hablarle, mi Nana sonreía, toda llena de cables y agujas. Sonreía para ocultarme sus dolores y para que yo no tuviera miedo. Sonreía mi guerrera, mi niña, mi vida. Y supe que todo iba a estar bien. Supe que su nombre no iba a estar en una bicicleta blanca en ninguna esquina de Berlin.
Ahora el fantasma soy yo. Porque mi insomnio crónico ha empeorado. Porque no dejo de temblar. Porque el miedo y el dolor en la cicatriz de la herida por donde mi Nana llegó a la vida no se van.
Y no creo que lo hagan. Nunca más. El miedo y el dolor se han quedado a vivir en mí.
Es lo que nos sucede cuando somos madres.
P.d: Todos los que me conocen saben que escribo lo que no puede quedarse dentro de mí porque me asfixia. En este caso no es sólo desahogo, tengo la minúscula esperanza que los estresados del mundo, los apurados que se creen que son los dueños de las calles y conducen una máquina de matar, sintiéndose poderosos tras un timón, se enteren que uno de ellos estuvo a punto de matarme en vida. Los demás que andan en las calles son los hijos, los hermanos, los nietos, los padres de alguien. Entérense so sing@s!!!

Deja un comentario