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Aumentan los casos de chikungunya a más de 40 mil, según el régimen

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Por Redacción Nacional

La Habana.- Las autoridades sanitarias cubanas anunciaron 574 nuevos contagios de chikungunya en apenas 24 horas, una cifra que, según, eleva el total de casos a 40.174 desde que comenzó la epidemia.

La viceministra Carilda Peña leyó el parte en la televisión estatal con esa sobriedad que ya todos conocemos: la misma que intenta ocultar el desastre con un tono técnico y un gráfico mal montado. Mientras tanto, en los barrios, la gente sigue durmiendo con mosquiteros rotos y cazando mosquitos a palmadas porque lo que menos sobra en Cuba es el Aedes aegypti, ese viejo compañero de las crisis que nunca se va.

Junto al chikungunya, el dengue continúa haciendo estragos. El propio ministerio de Salud reconoció que hay 4.102 nuevos casos sospechosos y un acumulado de 36.667 personas esperando diagnóstico, como quien espera un milagro que no llega.

Los síntomas se confunden, las fiebres suben, los niños empeoran… pero el sistema sanitario sigue tratando de aparentar control donde solo hay colapso. En cualquier otro país, estas cifras serían motivo de alarma nacional; en Cuba, son apenas otro capítulo en el largo expediente de un régimen que lleva años empujando la salud pública al borde del abismo.

Las cifras invisibles de una crisis

La situación de los casos graves y críticos tampoco invita al optimismo: 78 pacientes en estado severo y 13 en estado crítico, la mayoría menores de edad. Treinta y tres fallecimientos confirmados desde el inicio del brote, aunque todos sabemos que las cifras oficiales en Cuba siempre vienen con asteriscos invisibles, con números que se guardan en un cajón para no “afectar la imagen del país”.

Las autoridades hablan de “evolución desfavorable en las próximas semanas” como si la epidemia fuera un fenómeno meteorológico inevitable y no el resultado de un sistema incapaz de garantizar prevención, fumigación, medicinas o infraestructura sanitaria mínima.

Al menos, esta vez el gobierno admitió algo que todos los cubanos ya sabían: las cifras reales son mucho peores. Lo reconocen casi como ofreciendo disculpas sin decirlo: muchos enfermos no van al médico porque no hay medicamentos, ni insumos, ni capacidad para atenderlos. La misma historia de siempre: un país entero luchando contra mosquitos, enfermedades y abandono institucional, mientras la dictadura intenta maquillar la tragedia con partes oficiales que suenan tan vacíos como los estantes de cualquier farmacia.

Aquí no hay epidemia que sorprenda; lo sorprendente es que todavía pretendan que alguien les crea.

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