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Arsínoe IV, la hermana de Cleopatra

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Por Félix José Hernández ()

París.- Se habla mucho de Cleopatra… Pero pocos recuerdan a su hermana olvidada: Arsínoe IV. Una princesa que no quiso quedarse al margen del poder. Una reina que terminó siendo prisionera y una sombra trágica en la historia del Nilo.

Nació entre el 68 y el 63 a. C., hija menor de Ptolomeo XII. Mientras su hermana mayor ascendía como símbolo de seducción y diplomacia, Arsínoe vivía entre las tensiones de una familia donde el poder se heredaba con veneno. La muerte del padre encendió la chispa del conflicto: Cleopatra y su hermano cogobernaban Egipto, hasta que él la expulsó. En medio del caos, Arsínoe eligió un bando: el suyo.

Cuando Julio César llegó a Alejandría, Arsínoe no se escondió. Escapó con el eunuco Ganimedes, asumió el mando del ejército egipcio y se proclamó reina. Una adolescente enfrentando al mayor imperio del mundo.

Durante semanas, logró resistir. Pero fue traicionada, capturada y enviada a Roma.

Y allí… humillada. Obligada a desfilar encadenada en el Triunfo de César del año 46 a. C., como un trofeo de guerra. El pueblo romano, al verla tan joven y digna, no aplaudió. Se indignó. Muchos creen que esa imagen ayudó a sellar el destino de César.

Exiliada al Templo de Artemisa, vivió en Éfeso bajo asilo sagrado. Pero ni el mármol de los dioses pudo protegerla. En el año 41 a. C., Cleopatra, temiendo su regreso, ordenó su asesinato.

La sangre de Arsínoe manchó los escalones del templo. Y con ello, se rompió una de las leyes más antiguas de la humanidad: el derecho al refugio.

Arsínoe murió joven, pero su historia no se apagó. Porque fue reina sin trono. Prisionera sin rendirse. Y hermana… sin perdón.

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