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Por Irán Capote ()
De la misma forma en que un chino cayó en un pozo, cayó mi teléfono en el agua.
Arrepotepotepote, arrepotepotepá.
Y no levanta. No quiere encender. Han pasado dos días desde el accidente. La única cosa en esta casa que respiraba un poco de mundo, un poco de desarrollo, un poco de libertad, ha dicho basta y no ha echado a andar…
Lo tengo sembrado en dos libras de arroz, que es como decir que está sembrado en una mina de oro.
Así que, ni como arroz ni puedo usar el teléfono en el que además, tengo mucha información importante. Documentos, fotos, etc.
Efectos del bloqueo, del aplatanamiento, de la continuidad, de la Ley Helms Bulton, de la Torricheli y hasta del mismísimo Elon Musk.
!Goza, ciberclaria!
Me prestaron uno para ir tirando mientras el palo va y viene (si es que hay un palo que pueda ir y venir) .
A todos mis contactos, les digo que en la medida de lo posible, sin aglomeración y con calma, me escriban para recuperar sus contactos, porque nunca sé donde guardo la información y aquello en wasap es un relajo andante.
Hay un arroz con mango formado allí que para qué les cuento, muy pocos números me salen registrados .
A quienes enviaron sus foticos íntimas alguna vez, pueden estar en paz.
A quienes me llamaron en estos días y el teléfono les daba apagado, les digo que no. No estaba en la travesía.
Dice mi abuela que más se perdió en la guerra.
Y dicen mis muertos que no voy a tener paz hasta que no le ponga una asistencia a Steve Jobs en la bóveda espiritual con un tabaco, una manzana mordida y un vaso de agua con colonia.