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Por Dr Rafael Pineiro
Miami, Fl.- El caso de Pavel Dúrov es un ejemplo claro de cómo el poder no permite rebeldías ni disidencias. Todo aquel que se atreva a retar al sistema, aunque sea de la manera más benigna posible, tarde o temprano sufrirá las consecuencias. Y no hablo de disidencias ideológicas siquiera. Hablo precisamente del reto al poder, en cualquiera de sus variantes.
Y es que se está construyendo para el futuro una especie de política de pensamiento único, y aquel que disienta será excluido, será etiquetado como un peligro social, como alguien reaccionario, como alguien que se opone a los derechos de los demás cuando precisamente suele ser lo contrario.
Las libertades individuales son cosas del pasado, amigos míos. En nombre de la tolerancia y el progreso se ha cercenado la verdadera libertad, que es la individual, que es la del alma. Ya llegará el momento en un futuro, quizás no muy lejano, en el que escritos como este serán intolerables.
Y como simiente para que una cosa así ocurra, es necesario establecer precedentes ejemplarizantes. Assange, Dúrov, el propio Trump de la primera presidencia, eran cabezas que necesitaban ser cortadas en aras de construir una nueva entelequia, un nuevo mundo, un porvenir brillante.
Y en eso estamos …