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Por Rafael Muñoz ()
Berlín.- Esta semana he tenido un encontronazo de los grandes. Cada día, a la hora de almuerzo, mis colegas y yo vamos a almorzar a algún restaurant cercano a la oficina. El centro de Berlín ofrece tal cantidad y tipos de establecimientos que permite no repetir en varios meses. Con la globalización, esla zona eminentemente turística, se ha llenado de nuevas cadenas de comida.
Es el caso de la cadena PRET, que aterrizó hace poco y allí fuimos a probar suerte. No es buena ni mala, es sencillamente un sitio trendy que vende ensaladas a precio Michelin. Lo curioso es que además de no traducir los menús, ni los mensajes publicitarios, sus empleados hablan directamente en inglés. Así, por sus huevos.
Y no es que le tenga manía al idioma inglés, pero ¿que pasa si un abuelo o un niño desea pedir otro muffin o pasar al baño? ¿Se caga si no sabe inglés?
Molesta a quienes dedicamos neuronas y canas a aprender el idioma que los recién llegados se permitan trabajar con el público en inglés. Les oigo decir: ¿para qué hablar alemán, si total… en Berlín todos entienden inglés» Y así te los encuentras hablando lenguaje de señas para pagar en la caja del supermercado.
Llegado mi turno, visiblemente molesto les respondí en español, porque en Berlín, especialmente en esta zona, también se habla español y mucho. Además pedí a mis colegas turcos que hablasen su idioma y al instante convertimos aquel lugar en la torre de Babel.
Tras varios minutos de conversación fallida, les expliqué que entiendo, entendemos perfectamente el inglés y lo hablamos, pero nosotros los inmigrantes «veteranos» consideramos una falta de respeto al público y sobre todo al país que los acoge no hacer el más mínimo esfuerzo por integrarse.
Nunca olvidaré aquella empleada de la oficina de inmigración a quien yo, al tercer día de mi llegada, me dirigí en inglés. Con la leche visiblemente cortada, (mal follada para los españoles) me soltó: «Alemania ya era un país grande antes de que llegaras y puede seguir sin ti. La decisión de venir es toda tuya, pero las reglas las ponemos nosotros. Aquí se habla alemán. O ahí está puerta».