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Por Siro Cuartel ()
Madrid.- He masticado lentamente la entrevista de Alejandro Cuervo con Destino y, más allá de todo lo dicho, hay algo que me quedó dando vueltas: el consejo de vida que Alejandro ofrece como receta para el éxito.
En resumen: trabajar duro, no perder el tiempo en rones ni en fiestas, reinvertir cada centavo y, con paciencia, salir adelante… en Cuba. ¿Y el ejemplo? Él mismo, por supuesto. Un hombre que en 20 años fue construyendo negocios, ahorrando, vendiendo carros, comprando otros, levantando una charcutería, un negocio de juguetes… hasta llegar al momento actual, cuando llega a Miami con visa, sin manchas políticas, y contando su historia como si fuera universal.
Pero no lo es.
Ese relato funcionó, en parte, porque hubo un momento —un pequeño paréntesis histórico— en el que muchos cubanos – como él, como Cuervo – de verdad creyeron que algo podía cambiar en Cuba. Que, gracias a las aperturas de Obama, a la posibilidad de hacer negocios con menos trabas, al acceso más amplio a remesas y al internet naciente, el país podía empezar a moverse.
Cuervo no es el resultado del castrismo, ni tampoco del embargo, estemos en eso claro: es el producto de una etapa intermedia, donde muchos decidieron “inventar” con la esperanza de que valiera la pena quedarse.
Y sí, hubo quienes, como él, los menos, muy pocos, un reducido número, construyeron algo. Pero hoy… hoy el país es otro, aunque muchos aún se resistan a aterrizar en la realidad.
Hoy los cubanos no están pensando en cómo tener su tercer carro dentro de 15 años. Hoy, Cuervo, nadie quiere entregarle 20 años de su vida a un sistema que te lo cambia todo de un plumazo. Nadie está soñando con levantar un negocio en Buena Vista con jamón traído de Bauta para alimentar a 20 familias mientras sobornas inspectores, y te la juegas dándole curvas a la ONAT. La gente lo que quiere es irse. Lo que quiere es vivir, no resistir.
Por eso, escuchar a Cuervo contando su historia como si fuera un tutorial me resultó tan torpe. Porque no se trata de que su experiencia no valga —seguro él trabajó duro y se sacrificó, nadie lo niega—, sino de que intentar presentarla como receta válida en el 2025 es simplemente no entender en qué punto está el país y su gente.
Hoy, sus consejos no inspiran. Suenan a cuéntame tu vida.
Y eso está bien, que lo cuente, que aclare cómo es que él logró ser UN HOMBRE DE EXITO… si eso era el objetivo. Pero si pretendía dar una lección a los otros 9 999 999 de cubanos, falló.