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Por Carlos Cabrera Pérez
Majadahonda.- El tardocastrismo sigue noqueado políticamente y no desperdicia oportunidad para lucir su incapacidad y miedos.
La pamplina del Bastión, además de cara, es otro absurdo, pues Trump solo ha devuelto a Cuba al estatus terrorista en que la mantuvo Biden hasta unos días antes. Cuando alguien responde desproporcionadamente es porque tiene miedo, por mucha gritería inservible que arme.
El parón a la liberación de presos políticos genera fricciones inconvenientes con el Vaticano y desmiente la cacareada unilateralidad de la decisión y su desvinculación con Estados Unidos.
La secuencia de jóvenes cubanos sin aspecto de delincuentes, saliendo de las cárceles, ha dejado en mal lugar a la casta verde oliva y enguayaberada; empeñada en resolver las carencias de libertad y bienestar con órdenes de combate y propaganda made in KGB.
La congelación de la excarcelación de las prisiones pequeñas de los jóvenes militantes del Movimiento San Isidro, confirma el carácter blanco y excluyente de la dictadura más vieja de Occidente y su desprecio a los humildes que no se doblegan.
Una medida activa de la Inteligencia cubana, filtrada convenientemente en Miami, sobre un supuesto grupo de medidas de la administración Trump contra viajes y remesas de emigrados a la isla, se viralizó entre la emigración, pero la pionera Yohana Tablada, subdirectora de Estados Unidos en el MINREX, mordió el anzuelo y se lanzó de barriga en Facebook, dando por bueno un invento de Línea y A. Esa niña papelacera no hay tarde que no enoje a la mandancia.
Y ya en pleno frenesí, el presidente Díaz-Canel mambruseó a placer en X, apoyando a Gustavo Petro por el diferendo con Washington, que tardó menos de un día en resolverse. Ya sabemos que quien empuja no se da golpes, pero en las cancillerías europeas, incluida la Santa Sede y en el Departamento de Estado pensaron que alguien habría hackeado la cuenta del mandatario cubano.
Aun cuando la Inteligencia cubana le esté escondiendo la bola a Díaz-Canel sobre la inestabilidad personal del presidente colombiano, la prudencia política -especialmente en coyunturas adversas- aconseja discreción. La política real no es un mitin de los CDR ni una Marcha del pueblo cansado; con unas delaraciones de un viceministro bastaba, pero Mambrú compró el artistaje del exguerrillero y se estrelló ante todo el mundo. Chacumbele revolviéndose de envidia.
Como en Cuba un disparate se remedia con una bobería solemne; ya los trompeteros del pan con na, han empezado a deslizar que la postura del presidente obedeció a la necesidad de dejarle claro al compañero Petro quienes son sus verdaderos amigos. ¡No me defiendas, compadre!
Cuba lleva años aceptando devoluciones de emigrados; incluidos los excluibles de la era Carter y, casi siempre, lo hacen en aeronaves y barcazas militares y La Habana no ha cuestionado el medio de transporte usado por sucesivas administraciones. Demasiado pollo para tan poco arroz.
Díaz-Canel actuó tan precipitadamente, que desnudó la verdadera preocupación de su gobierno, la devolución en masa de cubanos que pongan el dado aún más malo de lo que ya está. Aunque su vicecanciller Fernández de Cossío avisó, rasgándose las vestiduras por el supuesto desarraigo que sufrirían los emigrados a su país.
¿Cómo alguien va a sentir desarraigo de un país al que llegó antes de ayer y no de su patria, donde un mal gobierno lo exilió?
Cínica concepción migratoria de la cancillería, que nunca se ha preocupado por el desarraigo de millones de cubanos emigrados en 66 años, especialmente en los años luminosos y tristes, donde las relaciones familiares entre ambas orillas eran pecado capital.
Tantos disparates en tan poco tiempo confirman los miedos y la improvisación constante de un gobierno divorciado de la realidad y de la mayoría de los cubanos; incluidos esos combatientes que aún defienden un socialismo próspero y sostenible, que no acaba de avizorarse por ningún lado.
Desgraciadamente, ya poco importa si actúan así por cobardes, por brutos o por una mezcla de ambas cosas; la realidad es muy puñetera y los grandes desafíos y coyunturas adversas no se resuelven con llantén, trampas infantiles ni guapería. Pero ese día, el Buró Político no fue a clases. Ni al otro tampoco.