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Por Nelson de la Rosa ()
Santo Domingo.- En un mundo deportivo donde la cima suele pertenecer a los más jóvenes, el ajedrez mantiene una singularidad que lo distingue del resto: la longevidad competitiva. Mientras la mayoría de las disciplinas exigen un rendimiento físico explosivo que disminuye con la edad, los tableros del ajedrez mundial siguen demostrando que el talento, la creatividad y la experiencia pueden mantenerse —y a veces incluso crecer— después de los 40 años.
La lista FIDE del 1 de diciembre de 2025 lo evidencia con claridad. Más de una veintena de jugadores de 40 años o más se mantienen dentro del Top 100 mundial, un fenómeno impensable en casi cualquier otro deporte profesional. Entre ellos sobresale un nombre legendario: Viswanathan Anand, quien a sus 56 años continúa firmemente instalado entre los mejores del planeta, con un Elo que supera los 2700 puntos. Su presencia es la prueba viviente de que el ajedrez premia la profundidad estratégica, el oficio y el entendimiento del juego por encima de cualquier barrera etaria.
Pero Anand no es el único. Figuras como el cubano Leinier Domínguez (42), el armenio Levon Aronian (43), el ruso Peter Svidler (49) o el inglés Michael Adams (54) siguen compitiendo de tú a tú con jóvenes prodigios de veintitantos, mostrando que la madurez no solo no es un obstáculo, sino que puede convertirse en un activo invaluable. A ellos se suman otros grandes maestros veteranos como el israelí Boris Gelfand (57) y el ruso Alexander Morozevich (48), todos parte de una generación que rehúsa abandonar la élite.
Especialistas señalan que el ajedrez, a diferencia de deportes basados en el rendimiento físico, depende en mayor medida de la capacidad analítica, la memoria, el cálculo profundo y la estabilidad emocional. Con los años, muchos jugadores desarrollan una comprensión más afinada de las posiciones, una intuición depurada y un repertorio estratégico más sólido.
Aunque el pico cognitivo para el cálculo puro suele darse alrededor de los 25 años, la experiencia —factor decisivo en el ajedrez de élite— continúa acumulándose de manera casi ilimitada. De allí que no resulte extraño ver a jugadores maduros vencer a jóvenes talentos impulsados por la intuición de miles de partidas, una resiliencia psicológica superior y un entendimiento posicional difícil de igualar.
Un mensaje para deportistas y aficionados
En una época donde la alta competencia parece reservada para quienes empiezan temprano y se retiran pronto, el ajedrez aporta una narrativa distinta: el rendimiento no se extingue con los años; cambia, evoluciona y puede incluso fortalecerse.
El tablero sigue siendo —y quizás siempre será— uno de los últimos escenarios donde la edad no define el potencial, donde la mente se mantiene como la herramienta principal y donde la experiencia, lejos de ser un peso, es una ventaja.
El ajedrez demuestra así que el talento, la pasión y el estudio continuo pueden sostenerse durante décadas. Y sobre todo, envía un mensaje inspirador: nunca es tarde para competir, nunca es tarde para aprender y nunca es tarde para alcanzar la excelencia.