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ABEL PRIETO SÍ ENTIENDE A FERNANDO ROJAS

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Por Anette Espinosa
La Habana.- Abel Prieto es desde siempre incondicional al castrismo. Los Castro lo han movido a su antojo por cuanto cargo han querido. Lo han utilizado en cruzadas contra los artistas y él siempre ha sido fiel. Y esa fidelidad, nunca mejor dicho, lo llevó al puesto que siempre quiso, el de presidente de Casa de las Américas, esa institución medio alejada de todo y de todos, que recibe fondos y donaciones de cualquier parte, donde hay tiempo para todo, hasta para leer en plena jornada de trabajo y hasta para una siesta en las tardes.
Ahora, el melenudo exministro de Cultura, el exasesor de Raúl Castro, el otrora presidente de la Uneac, sale en defensa de Fernando Rojas, el viceministro tronado, y colocado como asesor de Alpidio Alonso. El movimiento que a muchos les pareció humillante, a Abel Prieto le simpatizó y se apareció en redes sociales con un alegato a favor de Rojas, un tipo violento y manipulador, uno de los perros del castrismo para la cultura, pero del cual ya se cansaron, porque creyeron desde arriba que no tiene nada más que aportar.
Ahora quedará para llevarle el café al ministro, para leer documentos que a este no le apetecen, para preparar las agendas de las reuniones, pero eso le parece bien a Abel Prieto, porque eso también lo hizo él, porque también estuvo defenestrado, sin consuelo, rodando por ahí. El único consuelo se lo daba Amaury Pérez, de cuya casa solía no salir en esos tiempos tristes, cuando parecía que los Castro lo habían apartado para siempre. Mientras Amaury se fumaba un puro tras otro, Abel se tomaba una botella de wisky bueno, de esas que el cantautor consigue no se sabe de dónde.
Para Abel, lo de Fernando Rojas «se trata de un cambio asociado a la imprescindible renovación que requiere el país. Sin embargo, en las redes sociales y en los medios digitales financiados por nuestros enemigos, se ha festejado morbosamente como «la caída de un represor». Y yo me pregunto si es tan necesaria la renovación, por qué no renuevan la Asamblea Nacional, las Fuerzas Armadas, o esas instituciones donde los veteranos guerrilleros aún tienen voz y voto.
También dice que «por supuesto, estos ‘analistas’ a sueldo, sin patria pero con amo, no pueden entender por qué trabaja un revolucionario como Fernando. Se trata de un hombre desprovisto de ambiciones y de vanidad, de una honestidad sin fisuras, limpio de alma, valiente, muy culto, muy profundo en sus análisis, ajeno por esencia al dogma y a los extremismos. Desde su paso por la AHS, ha sabido mantener una comunicación genuina con la vanguardia intelectual y artística. Para mí, en lo personal, ha sido un privilegio contar con el apoyo, la compañía y la amistad de Fernando».
Y miren a dónde va el presidente de Casa de las Américas: insiste en que aquellos que criticamos lo de Fernando Rojas estamos al servicio de alguien, que de seguro nos paga, porque él no puede entender que una persona cualquiera tenga opiniones. Las opiniones limpias, verdaderas, claras, lúcidas y transparentes, solo las pueden tener ellos. Ellos tienen la verdad absoluta. Y él, como no podía ser de otra forma, se vanagloria de la amistad con el maltratador, el violento, de Fernando Rojas.
En su post en Facebook, enseguida aparecieron los hala levas, comenzando por la vicepresidenta de Casa de las Américas y otrora amante de Fernando Rojas y ahora de Abel Prieto, Suilán Rodríguez, quien se alineó al instante con su jefe con un «Realmente es un privilegio tenerlo siempre». ()
La sarta de serviles al castrismo se sumó al momento y solo resultaron disonantes los comentarios de Siro Cuartel, el periodista que ha tenido en jaque a la clase gobernante desde Miami, quien compartió, además, un artículo de Yunior García Aguilera, titulado Good Bye, Fernando.
Cuartel invocó a Jacomino, en referencia, presuntamente, al segundo del Departamento ideológico del Comité Central, Joel Suárez Pellé, quien vive en el lugar mencionado y que era jefe en el referido lugar y, de pronto, le pusieron por encima a Rogelio Polanco, y él no tuvo valor para recoger sus cosas y salir de allí a buscarse un lugar más digno. Ese actuar de Fernando Rojas, y el de Joel Suárez Pellé, quien comentó también, es como el del marido traicionado, que se queda luego en la casa a compartir cena con el nuevo dueño de la esposa.
Estos revolucionarios fieles al castrocomunismo dan pena. No solo han vendido su alma al diablo, a cambio de unas migajas, sino que se vanaglorian por eso y algunos hasta lo disfrutan y se creen importantes. Claro, se ven muy por encima del resto y a Prieto, Rojas y Suárez Péllé, por ejemplo, con eso les basta.

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