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A LA MACHI NO LE GUSTAN LOS YUMAS

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Por Redacción Nacional

La Habana.- Dicen que hay silencios más elocuentes que las palabras. Sin embargo, en el caso de Lis Cuesta, cada vez que habla, el disparate supera al mutismo. Esta vez no necesitó conferencia ni entrevista. Bastó un par de teclazos en X (antes Twitter) para soltar la paparruchada del mes. La esposa del presidente —conocida en el bajo mundo político como la Machi— acaba de lanzarse contra el embajador de Estados Unidos en Cuba. Lo hizo repartiendo caramelos en una piñata: sin orden, sin vergüenza, sin cálculo diplomático.

En su última cruzada digital, Cuesta calificó de desvergonzado a Mike Hammer, embajador de Estados Unidos en Cuba. A la Machi le parece escandaloso que un funcionario extranjero —cuyo trabajo, valga recordarlo, es dialogar con sectores de la sociedad civil— tenga la osadía de reunirse con “mercenarios”. Así llaman ellos a todo aquel que se atreva a pensar por cuenta propia. Un poeta: mercenario. Además, una artista: pagada por la CIA. Un estudiante que pide comida: agente del Pentágono.

Pero hay más. Realmente, lo que irrita no es el contenido de su mensaje, sino la hipocresía con la que lo lanza. ¿Con qué moral acusa Lis Cuesta de injerencia a Estados Unidos, cuando su propio gobierno vive mendigando por el mundo con la gorra en la mano? ¿Con qué decencia denuncia visitas del embajador, si su marido, Díaz-Canel, no se pierde una gira por el extranjero? En estas giras, lo mismo se abraza con Putin que le presenta al Papa al hijo de ambos. Parece que estuvieran en una sitcom de Netflix.

La Machi se desgañita en redes para defender una revolución que hace agua por todos lados. Utiliza la palabra lástima para referirse a Hammer, mientras la libreta de abastecimiento da pena. Se erige como una mujer de Patria o Muerte, cuando medio país quiere emigrar porque quiere Patria y Vida. ¿De qué habla esta mujer? ¿Por qué no dice que la gente anda vendiendo los zapatos para comprar un pomo de aceite?

Cuesta juega al patriotismo digital mientras los hospitales colapsan y los niños no tienen un mísero paracetamol. Se escandaliza porque un embajador fue a escuchar a un grupo de jóvenes. Sin embargo, calla cuando apalean a madres que exigen justicia, cuando encarcelan a artistas o cuando destierran a periodistas. El doble rasero de la Machi ya no asombra; más bien da risa. O mejor dicho: asco.

Si de verdad Lis Cuesta quiere defender la dignidad cubana, que empiece por pedirle cuentas a su marido. Que le pregunte por qué sigue reprimiendo al pueblo y por qué los médicos siguen viviendo en condiciones miserables. También, por qué la electricidad se va más que los balseros. Pero no, es más fácil ladrarle al yanqui que hacer limpieza en casa.

A esta señora le gusta el protagonismo. Se nota. Quiere convertirse en influencer de la revolución sin darse cuenta que cada vez que abre la boca, le hace más daño a su causa. La historia no se escribe en hashtags, Machi. La historia se construye con verdad, con coraje, con dignidad real, no de postal revolucionaria.

Por eso, mientras usted grita en redes y amenaza con frases de manual, el pueblo de a pie, el que sí sufre, el que no tiene ni para un yogurt, sabe bien dónde está la mentira. Usted, señora Cuesta, será recordada no como defensora de la patria, sino como una caricatura de poder. Además, será vista como una influencer del oportunismo.

Y al embajador, que lo dejen trabajar. Bastante tiene con presenciar la ruina que ustedes han parido.

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