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¿A DÓNDE VAMOS A PARAR CON LOS ASESINATOS?

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Por Anette Espinosa ()

La Habana.- Mis críticos vendrán a comerme y a decirme que estas cosas de crímenes, asesinatos, feminicidios, ocurren en todas partes, en cualquier país del mundo, pero no puede ser que los cubanos tengamos que vivirlo tan seguidos, y que encima de todo no hagan nada los gobernantes para impedir, al menos, alguno.

En la parte oriental de la isla no pasa un día sin que muera una persona en un hecho de sangre cada vez más atroz. El último de ellos ocurrió la víspera en el poblado de Minas, en la provincia de Camagüey, donde un hombre cometió filicidio, contra su niño de apenas cinco años.

Aliesky Martínez Ferrer, un hombre hecho y derecho, se ensañó con su pequeño, de apenas cinco años de edad, solo porque la madre no quería regresar con él, y le quitó la vida. Nos enteramos por la página «Crímenes en #Cuba» y por los influencers que cuentan en redes sociales las cosas que suceden en el país, mientras los medios gubernamentales y los miles de ciberclarias guardan absoluto silencio.

Martínez Ferrer fue donde la abuela de su hijo, lo recogió y lo estranguló, y si eso le parecía poco, en su escapada se tropezó con una embarazada que iba a la consulta médica y la golpeó y abusó de ella, incluso la dejó en estado crítico. Hasta su celular le robó, y aún sigue prófugo, porque el gobierno no tiene medios ni hombres en sus cuerpos de policías para buscarlo.

Los pocos agentes que quedan en los cuarteles se pasan la vida sentados en las unidades, dormidos en la carpeta o apenas se mueven unos metros de las estaciones en desvencijados autos policiales porque no tienen combustible ni gomas.

Eso sí, si alguien organiza una protesta, aunque sea pacífica, contra el gobierno, no solo se pasea la policía en carros que aparecen de pronto, sino también decenas y hasta cientos de agentes de la seguridad del estado, como ocurrió hace unas horas en Jovellanos, donde unas cuantas personas realizaron una protesta pacífica para llamar la atención sobre la violencia que vive la población.

¿Por qué, esos que van como perros de presa a perseguir a los que reclaman, no salen de noche a cuidar las ciudades, o hacen rondas diurnas por los pueblos y los campos para impedir que los bandidos ejecuten sus planes, de los cuales muchas veces los agentes son cómplices?

¿Por qué el agente de tránsito de Santa Cruz del Sur, que se dedica a decomisar comidas en cualquier vehículo que sale de aquel poblado no se enrola más en el cuidado de su gente?

¿Por qué Díaz-Canel recibe a unas decenas de niños en el palacio donde trabaja y permite que otros, que no tienen ni comidas, ni uniformes, ni libros, ni maestras, corran riesgo de perder su vida, o pasen hambre?

¿Por qué los medios castristas hacen silencio sobre este tema, el del filicidio, o sobre los feminicidios? ¿Piensa el régimen, acaso, que porque no diga nada la gente no se va a esterar? ¿No saben los decidores que no vivimos en los años 80, cuando la única información a la que tenía acceso la población era a la que ofrecía el gobierno?

Es hora de contar lo que pasa, lo que pasó en Minas, de evitar más muertes inútiles, de dejar de perseguir al ciudadano digno que defiende sus ideas y perseguir, enjuiciar y encarcelar a los delincuentes y asesinos que merodean por cada uno de nuestros pueblos. Es hora, si no pueden hacerlo, o no tienen voluntad política, de dar un paso al lado y dejarle el gobierno a otro que cambie las prioridades.

Cuba no puede convertirse en un paraíso de la violencia, como Haití. Y si eso ocurre, será otra culpa más sobre el castrocanelismo. Más para pagar.

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