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Por Yeison Derulo
La Habana.- Las autoridades del régimen cubano anunciaron recientemente su intención de cultivar 41.000 hectáreas de arroz en la zona oriental para el año 2026, un objetivo que parece más una quimera que una meta alcanzable.
A pesar de la grave crisis energética que azota al país y la escasez crónica de fertilizantes, el periódico oficial Granma calificó este desafío como una «batalla silenciosa y crucial», aunque las condiciones actuales parecen hacer de esta aspiración algo cada vez más distante. La promesa de incrementar la producción de arroz se presenta como un espejismo en medio de una profunda crisis que afecta a cada aspecto de la vida cotidiana de los cubanos.
El artículo de Granma recordó la cosecha de 2018, cuando se sembraron 45.000 hectáreas y se obtuvieron más de 70.000 toneladas de arroz, una cifra que hoy parece una meta casi imposible. El escenario actual, marcado por la escasez de combustible, electricidad e insumos esenciales para la producción agrícola, hace que los rendimientos se estanquen entre dos y 2,5 toneladas por hectárea, muy por debajo de las cinco toneladas que se lograban en épocas anteriores.
Esta dramática caída en la productividad refleja la situación frustrante y desesperante que viven los agricultores cubanos, quienes luchan con recursos limitados y un clima económico desfavorable.
El hecho de que las autoridades del gobierno insistan en metas tan altas mientras el país enfrenta una crisis de abastecimiento tan profunda resulta indignante para muchos cubanos. La falta de fertilizantes, una infraestructura energética colapsada y los apagones que afectan a la producción agrícola son problemas graves que dificultan aún más el cumplimiento de estos objetivos. Mientras tanto, la población sigue enfrentando escasez de alimentos básicos, con el arroz siendo uno de los productos más importantes y más escasos en los mercados. La promesa de una «batalla crucial» suena vacía cuando la mayoría de los cubanos se ven obligados a luchar diariamente por lo más elemental.
En este contexto, es difícil no cuestionar la desconexión entre los anuncios oficiales y la realidad del país. La falta de planificación efectiva, sumada a la ineficiencia estructural, ha generado una desconfianza generalizada. La agricultura cubana, un sector históricamente importante para la economía, se ve cada vez más abandonada, sin apoyo suficiente ni a nivel técnico ni logístico. La situación de los campesinos, que a menudo carecen de acceso a insumos básicos, refleja la falta de una verdadera estrategia para el desarrollo agrícola sostenible.
Este anuncio sobre el arroz, lejos de inspirar esperanza, pone de manifiesto una nueva capa de frustración en un pueblo que ya ha sido víctima de numerosas promesas incumplidas. Mientras las autoridades se aferran a metas que no parecen realistas, los cubanos siguen enfrentando una crisis económica sin precedentes, que afecta todos los aspectos de sus vidas. La esperanza, cada vez más menguada, parece un bien de lujo en un país donde los desafíos diarios son demasiado grandes para ser ignorados.