Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter

Por Kathy Eisenring ()
Basilea.- Es muy posible que mi reacción tenga que ver con la distancia física. Yo, que no quería hablar más de nada de Cuba desde que papi ya no está… pero lo de Ignacio y la multitud de gente esperando los dólares me ha removido.
Por supuesto que hace falta una buena dosis de ingenuidad para creer en semejante asunto; por supuesto que otras convocatorias no tienen la misma reacción. Dígase propuesta en cualquiera de sus formas, dígase denuncia abierta. Pero… mi gente, ¿no fue ese el mecanismo para zombies con el que nos programaron? «¡Van a dar pollo! Vamos a buscar el pollo. ¡Nos van a dar boniatos! Vamos a buscar boniatos…» Y así.
Solo cuando llegué a Suiza, y con el tiempo, entendí lo anormal y absurdo de vivir de «lo que me dan» y no de lo que yo quiero.
Alguien me contó de una anciana que fue desde San Miguel del Padrón al Habana Libre a buscar su dinero… Y eso simplemente me da una compasión profunda. No digo que todos los que fueron merecen compasión, no los vividores y descarados, pero ahí fue mucha pobre gente, no muy sagaz mentalmente hablando, que, pienso, quiso autoengañarse con una ilusión. Una de las pocas que les quedaba, un impulso para vivir, aunque estoy segura de que en el fondo sabían que eso no iba a suceder.
De Cuba, y desde la distancia, me (nos) llega una tristeza tan profunda, un dolor tan desmesurado, que a veces parece muerte… Este hombre debería ser denunciado formalmente por esa burla a los que, ingenua y buenamente, fueron detrás de esa ilusión. ¡No se juega con el dolor de un pueblo destrozado!