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Por Hermes Entenza ()
Núremberg.- Acaba de llegar a mi buzón postal un regalo entrañable. Yoan Jas, mi amigo-hermano, me envía desde Fort Myers, USA, el set completo de las monedas de 25 centavos estadounidenses dedicadas a Celia Cruz.
Dicho set incluye tres piezas bañadas en oro que llegan con su certificado de autenticidad, y varias monedas de circulación normal, que son idénticas en el diseño, por supuesto, a las tres museables.
Ha sido un momento especial el abrir el sobre y ver caer sobre la mesa la imagen de Celia Cruz. Les digo algo: en mi adolescencia y juventud nunca escuché a esta diva cubana. En los 70’s era muy raro escucharla por la censura y la mínima información.
Mis padres hablaban de ella, como casi todos los tembas, pero yo escuchaba rock&roll, casi siempre por la WGBS hasta que tuve un buen equipo doble casetera que estaba las 24 horas del día sonando a The Beatles, Led Zeppelin y otras fabulosas bandas. Claro que siempre supe que Celia era una de las grandes; y hoy, a miles de kilómetros de mi tierra, siento un amor inmenso por su música, su historia, e intento sentir la censura que la eliminó del panorama musical cubano.
La patria va con uno dondequiera que estemos, porque la patria no es solamente un cachito de tierra llena de palmares; es, además, un sentido de pertenencia que nunca vamos a dejar escondido en la gaveta del alma. Por esa razón encuentro hermoso que tantos cubanos fuera de la isla levanten sus voces contra la dictadura que arrasó con la belleza de un país que era verde y luminoso, y ahora sobrevive entre el humo de la tierra quemada.
Para aquellos que critican la voz del exilio, piensen en el alma de esas voces, las historias y los sueños con la amada tierra. Le decía a un amigo en Cuba que hoy me siento más patriota que cuando estaba allí, porque el sentimiento de amor por la madre tierra es eterno, junto al dolor de ver cómo esa madre sufre.
¿Estoy politizando un regalo? Pues sí; pero eso lo aprendí con la prensa oficial cubana, que desde que tengo uso de razón, politiza la vida de cada ciudadano, la música, el arte y hasta el sufrimiento que el estado impone en dosis cada vez mayor. En Cuba, que un gorrión nos cague en la cabeza, es un hecho político, y que yo en Europa reciba este regalo, también lo es.
Hace muchos años, en una de mis visitas a Alemania con motivo de una exposición de mis pinturas, me quedé a solas en una casita en un valle de Sajonia terminando un lienzo enorme. La noche antes, los dueños del lugar se habían ido de vacaciones. Yo, al despertar, dispuesto a comenzar a embarrar el lienzo, veo un equipo de audio y muchos CD’s tirados por doquier. Elijo uno para comenzar la faena y, para susto y suerte mía, sonó a todo volumen «El Cha Chan» de Buenavista Social Club. No pude pintar, y mirando la nieve caer, solo atiné a repetir mil veces el tema frente a un mundo blanco. Tengo dos o tres temas «prohibidos » por mí; entre ellos «El Cha Chan» y «El Mambí», de Luis Casas Romero.
Hoy, con Celia Cruz, siento similar apego a la Cuba distante. Agradezco infinitamente a Yoan Jas por este presente en el invierno del 2025.
Pobre Celia Cruz, gritando ¡Azúcar! y hoy en cubita, por la brutalidad del tirano en jefe, el poco azucar que se puede conseguir es de importación.