Enter your email address below and subscribe to our newsletter

La vitrina oculta de la miseria del régimen

Comparte esta noticia

Por Oscar Durán

La Habana.- Desde el reluciente stand “Hecho en Cuba” en la FIHAV 2025, la dictadura se esfuerza en pintar una imagen de productividad, posibilidades exportadoras y progreso económico. Allí exhiben con orgullo productos simbólicos como ron, tabaco y café, junto a miel de abeja, jugos, chiles habaneros y alimentos deshidratados, presentados como prueba irrefutable de un “potencial productivo” que la Isla supuestamente posee. Esa vitrina pretende convencer al mundo —y a los propios cubanos— de que, más allá del castrismo y sus carencias, hay una economía pujante y preparada para insertarse en los mercados internacionales.

Pero esa narrativa aduladora no resiste un mínimo examen. ¿Cómo creer en la calidad exportable de bienes elaborados bajo un régimen que ha destruido el incentivo individual y asfixia la iniciativa privada? Está claro que el admonitorio folleto digital, con sus 248 productos con “potencial exportable”, no es más que una maqueta propagandística. Porque una economía real —una economía dinámica— no se construye a punta de stands feriales que ocultan detrás de su brillo realidades tan crudas como la escasez, la burocracia opresiva y la dependencia estatal. Esa “sombrilla del potencial productivo” no tapa las grietas de un sistema agotado.

El disfraz dictatorial

Más aun: la referencia a empresas mixtas y firmas ubicadas en la Zona Especial de Desarrollo del Mariel es una lectura cínica del capitalismo de Estado, donde el régimen busca atraer inversión extranjera sin siquiera garantizar libertades mínimas. No se trata de exportar la iniciativa de un pueblo libre, sino de sacar rédito internacional a costa del trabajo controlado, de salarios miserables y de una población sometida. Esa “industria de la exportación” dificilmente representa el talento ni la dignidad de los cubanos; representa el oportunismo de una dictadura que mercantiliza la necesidad.

El stand, con sus más de 90 productos exhibidos, y su ambicioso folleto, funcionan como un disfraz: pretenden maquillar la crisis estructural, desviar la atención de la falta de derechos, de la emigración masiva, de la represión silente. Es un esfuerzo por legitimar internacionalmente un régimen que, en los hechos, sigue estrangulando las aspiraciones de millones. La feracidad de un catálogo no borra la aridez de una sociedad despojada de libertad, donde la producción queda al servicio de la propaganda, no del bienestar real del pueblo.

En definitiva —y esta es la lectura que no suele figurar en los titulares oficiales— el stand “Hecho en Cuba” no demuestra un renacer económico genuino. Lo que demuestra es la urgencia de una dictadura por validar su relato exportable. Pero ningún ron, ningún tabaco, ningún folleto podrá ocultar la asfixia política, la humillación colectiva y la ausencia de futuro real para los cubanos. Esa vitrina no honra al país: lo encadena.

Deja un comentario