Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter

Por Oscar Durán
La Habana.- La dictadura ha vuelto a hacer lo que mejor sabe: mentir con traje de benefactor. Este sábado, con el descaro habitual, anunció que financiará la mitad de los precios de los materiales de construcción para los damnificados por el huracán Melissa.
Lo dijo el Consejo de Ministros, lo publicó la Gaceta Oficial y lo repitió la prensa oficialista, esa maquinaria de papel mojado que vende promesas como si fueran ladrillos. Pero todos sabemos que en Cuba los anuncios son eso: titulares para calmar el hambre y tapar la ineficiencia.
Melissa arrasó el oriente del país con vientos de 200 kilómetros por hora, dejando más de 16 mil viviendas afectadas y más de 1.300 derrumbes totales. Sin embargo, la dictadura sigue hablando de “protección económica y social”, mientras el pueblo duerme bajo techos improvisados de nailon y cartón.
No hay una evaluación de daños real, no hay cifras de víctimas, no hay transparencia. Solo hay el discurso meloso de un régimen que lleva 65 años repitiendo la misma fórmula: culpar al clima, al embargo o al destino, pero nunca a su propia negligencia.
Financiar “la mitad” de los precios es un chiste cruel cuando el salario medio en Cuba no alcanza para comprar ni un saco de cemento. Hablar de créditos bancarios o subsidios es otra burla cuando los bancos no tienen liquidez ni materiales que vender. ¿De qué sirve un crédito si no hay bloques, si las tiendas estatales están vacías, si el que pierde su casa tiene que rogar por una plancha de zinc? El Estado se hace el generoso con dinero que no existe, con fondos que terminarán en manos de burócratas, mientras los verdaderos damnificados siguen atrapados entre el lodo y la desesperanza.
Lo más repulsivo de este show mediático es que el régimen intenta convertir la tragedia en campaña política. Hablan de “solidaridad” y “protección social”, pero en todo oriente las viviendas son cascarones podridos, sin cimientos ni mantenimiento. No fue Melissa la que derrumbó esas casas, fue el tiempo, la miseria y la corrupción institucionalizada que hace décadas arrasó con todo.
Mientras el noticiero transmite imágenes de ministros en botas de goma recorriendo los escombros, haciéndose los cariñosos con los damnificados, saben que esa visita oficial no traerá ni un ladrillo. Todo es fachada, puro teatro revolucionario. Lo mismo dijeron tras Matthew, tras Irma, tras Ian… y las promesas se quedaron enterradas junto con los techos caídos. Nadie recuerda ya los “créditos blandos” ni los “subsidios priorizados” que nunca llegaron. Es la historia repetida del país del eterno desastre.
Melissa solo vino a desnudar, una vez más, la mentira estructural del castrismo. Cuba no necesita que le financien la mitad de nada: necesita que la dejen construir su país entero sin la podredumbre de un gobierno que se alimenta del dolor ajeno. Que no hablen de protección social, cuando son ellos los que llevan 65 años destruyéndolo todo.
El huracán pasó en siete horas; el régimen, en cambio, lleva más de medio siglo arrasando con toda una nación.