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Por Jorge Menéndez ()

Cabrils.- Acabo de ver a Díaz-Canel repitiendo su cantaleta contra quienes no asistieron al trabajo voluntario. Señala a municipios como 10 de Octubre, La Lisa y otros más, y exige que sus dirigentes “vengan a rendir cuentas’.

¿Rendir cuentas por no recoger basura?

¿Desde cuándo es obligatorio salir a limpiar calles como si fuera un castigo colectivo?

¿Y si los dirigentes vienen a mi casa a convocarme, pero a mí no me da la gana ir? ¿Eso me convierte en enemigo?

Me cuesta creer que Canel viva convencido de que puede obligar al pueblo a hacer lo que él, como presidente, debió garantizar con hechos, no con discursos. Lo que vemos no es liderazgo, es desesperación. Parece que ya no ve la luz al final del túnel, y en lugar de asumir su fracaso y dimitir, decide retar al pueblo cubano.

Y mientras tanto, ¿qué reparte?: Apagones.

¿Y qué propone la vicepresidenta? Que cuando se vaya la luz, llevemos el televisor a la sede del Partido, donde hay planta eléctrica, para ver la programación. ¿Eso es serio? ¿Eso es gobierno?

Acorralados, sin salidas y …sin vergüenza

La inteligencia creativa se les fue por el desagüe. Los parques solares quedaron en el olvido. Las promesas se evaporaron. Están acorralados, sin salida, sin ideas. Y lo más grave: sin vergüenza.

Ya no están en condiciones de controlar ningún proceso. El país colapsó. La economía, la energía, la alimentación, la salud… todo está en crisis. Lo único que falta es que el pueblo cubano, harto de calor, apagones y humillaciones, los mande bien lejos.

No es rebeldía. Es dignidad.

No es apatía. Es agotamiento.

No es desobediencia. Es sentido común.

Cuba no necesita más convocatorias vacías ni más amenazas disfrazadas de llamados patrióticos. Cuba necesita respeto, soluciones reales y un gobierno que escuche, no que imponga.

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