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Por Víctor Ovidio Artiles ()
Caibarién.- Me dediqué a observar una familia criolla en pleno proceso de almuerzo. Por los rasgos físicos identifiqué como hermanas las dos señoras que encabezaban las dos mesas. Más que mesas aquello eran dos puestos de mando. La oficial de mayor rango era una mulata de unos 55 años, con cejas tatuadas y alrededor de doce libras de trenzas postizas. Tenían tres subalternos cada una.
Lídice, la jefa de Batallón, contaba con dos nietos y Adalberto, un mulato viejonazo de unos sesenta años, que debe ser su esposo.
Al momento de sentarme ya la batalla había empezado. Lídice era implacable con sus soldados: «Come carne, Thalia. No dejes nada Thiago. Adalberto, por Dios, acaba de ir a buscar la carne». Adalberto, sin chistar, sabe bien que las órdenes se cumplen sin discutir.
Lidia, la segunda al mando, llega con una parte del botín: un plato desbordado de carne de res en cuadritos. La Jefa Suprema sube un bolso negro y saca una jaba. Ese sonido inconfundible que no te deja concentrar. Vacía el contenido y ve a su hermana salir al combate.
Adalberto se aparece con un plato lleno de jamón y queso. Otra jaba que llega al bolso. Lídice es una marsupial Vanguardia Nacional. «¿Sacaron más pollo? ¿Y qué haces aquí, Adalberto? No puedo contigo, coño. Thalia no monees vieja. Come papitas Thiago».
Se acerca Adalberto. Se ve sudado y las venas de las piernas las tiene inflamadas. Descarga dos platos de pollo. Se sienta y sigue comiendo. Thalia le roba una papa frita.Lidia es guapa y se aparece con otro plato de jamón y queso.
Esas si son ejemplo de jefas. No pierden tiempo en comer como los soldados. A la entrada del Buffet hay un cartel que anuncia la prohibición de sacar comida. Ese Batallón no entiende de prohibiciones y bloqueos. Son el Pelotón suicida. El bolso le pesa a Lídice.
Mira a Adalberto y le ordena traiga dulce y helado. «Si hay chocolate…chocolate namá. Pero…atiende Adalberto…helaaado. No te aparezcas con una crica de helado que te conozco».
Lídice se pone de pie y sacude sus trenzas. Está sudando. No se concentra. Camina hacia la línea caliente. Adalberto llega con un plato de dulces finos. Descarga y vuelve al sector Oeste.
Thalia vigila y le roba dos cucharadas de arroz frito al abuelo. Dos minutos después trae jamón, queso, mantequilla. Tuve ganas de preguntarle cuándo era el cumpleaños de Thiago.
Ya al final del combate volvió a aparecer Lidia con dos platos de contenido variado. Me quitaron el hambre esas tropas. No terminé mi plato, ni probé el postre. Llamé a la camarera para que se llevara mi plato. Sentí miedo de Adalberto y compañía. Casi al levantarme me percato de una española que grababa aquella escena. Al pasar por su lado le decía: «Que chulada, tía. Esa gente ha de ser de alguna ONG de las que hace donaciones a Gaza. Mola mucho tía. Vaya tela marinera». Sentí como mi cara caía hecha trozos al piso.