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Por Albert Fonse ()
Con el respeto que merecen todas las fechas de lucha, el 11 de julio no es una más. Es el antes y el después. Es el minuto cero. Como cuando se marca la historia con un “antes y después de Cristo”, así debe dividirse la historia reciente de Cuba: antes del 11J y después del 11J.
Todo lo que vino antes fue importante. Todo lo que ha pasado después también lo es. Pero ese día, Cuba tocó la gloria. Por un instante, se respiró libertad, aunque no se alcanzara del todo. Se demostró que sí se puede. Que esa dictadura, a la que tantos creían eterna, puede temblar. Ese día lo sintieron. Supieron que no son invencibles.
Hoy no es un día para la tristeza. Es un día de celebración. De orgullo. De dignidad. Es el día de todos los que se atrevieron, de los que gritaron “libertad” sin miedo, de los que aún pagan el precio por haberse enfrentado a un régimen criminal.
A ellos no los recordamos con lágrimas, sino con respeto, firmeza y compromiso. Porque ese día, más que nunca, Cuba fue valiente. Cuba fue grande.
Y lo será otra vez.