Por Anette Espinosa
La Habana.- Una amiga cubana que vive en Cerdeña, y que está al tanto de todo lo que ocurre en Cuba, me escribió un par de días atrás para saber si iba a pronunciarme sobre el Festival de Santa María, y, sin pensarlo, le dije que no, que no gastaría mi tiempo y mis neuronas en hilvanar unas líneas sobre algo que no tiene sustento lógico, cuando no sea el de lavarle la cara a la dictadura.
Pero unas horas después, mientras intentaba sintonizar desde mi celular el Noticiero de Televisión para saber la situación del tiempo en la isla y el Caribe, me tropecé a los chicos de Con Filo hablando del referido evento, que lleva el nombre del cayo donde se celebra, un lugar vedado para la inmensa mayoría de los cubanos, incluso para quienes viven en la misma costa norte de Villa Clara, en el municipio de Caibarién.
Escuchar a los de Con Filo siempre me trae malestares de estómago. No soporto la presencia de los que conducen, cómo se hacen los buenos, los dueños de toda la razón, los representantes del gobierno más bondadoso del mundo, los defensores del mejor sistema político que el hombre ha conocido. Le intentan meter a los cubanos esas ideas por la cabeza, aunque para ello tengan que mentir descaradamente, una y otra vez.
Pero cuando escuché al presentador, el desabrido Michel Torres Corona, me acordé de mi amiga de Cerdeña y me prometí escribir unas líneas, aunque solo fuera para responder a uno de los personajes más detestables entre esos que usa el régimen. Porque para mí, Torres Corona está a la altura de Humberto López y Randy Alonso.
Desde que dijo que «el evento estuvo signado por la polémica desde el principio: problemas de logística, abarrotamiento de los hoteles, controversia en torno al precio», me dieron deseos de apagar el celular y seguir a otra cosa, pero me quedé unos instantes para ver por dónde quería llevarnos el ‘ilustre’ Torres Corona.
El Santa María Music Fest, como reza en los anuncios publicitarios, nació enfermo, y no por la presencia en el mismo de un grupo de artistas que viven fuera y que regresan a Cuba a darle un espaldarazo al régimen, olvidando que hay miles de presos políticos en la isla y millones de personas pasando hambre, con necesidad de medicinas y de todo eso que es elemental para vivir en pleno siglo XXI.
No. El festival llega en mal momento. Fue mal planificado. Los responsables no respetaron los derechos de aquellos que hicieron las reservas para los hoteles, porque las sobrevendieron, ni garantizaron los ómnibus para llevar a las personas de la isla al cayo, y encima de eso la otra parte de la logística jamás ha estado a la altura que, supuestamente, imaginaron los organizadores, entre los cuales se encuentra la primera dama, Lis Cuesta, quien soltó la pelota y se fue de gira con su esposo por algunos países de África.
Todo eso, además de unos precios que nadie que viva y trabaje honradamente en Cuba puede pagar, porque, según dicen, rondaban los 100 mil pesos por día, algo así como el trabajo íntegro de 20 meses de un profesor universitario, o de un periodista, como el de mi esposo, que no el mío, que me niego a trabajar para el régimen, al menos mientras pueda decir lo que quiera en otros lugares, aunque no me paguen.
Pero eso no le importa a Torres Corona. Él se centró en la campaña mediática contra Cuba. En lo que dicen los medios ajenos a la dictadura, los influencers y youtubers, a los cuales el castrismo les tiene un miedo atroz, porque sabe que dicen las cosas que el pueblo quiere escuchar, razón por la cual intentan denigrarlos en todo momento. A veces les resulta fácil, porque algunos apelan al chisme, al vocabulario soez, a la crónica de colores traída por los pelos. Pero en otras no, porque desde fuera dicen lo que ellos ocultan, le dan luz a lo que el gobierno intenta ocultar.
Ahora Con Filo salió a defender a los artistas invitados al festival, a los organizadores, a esos que pusieron el dinero desde fuera, y habla de campaña de presión. Y lo intenta hacer con naturalidad, para que uno lo crea. Y a mi me pareció increíble escuchar al hombre hablar de campaña, cuando el castrismo y su aparato político, son los principales artífices de campañas de cualquier tipo en el mundo.
Ya me imagino A Rogelio Polanco Fuentes, el flamante jefe del Departamento Ideológico del Partido Comunista, reunido con la cúpula de los medios de prensa y los voceros de los ministerios para darles las orientaciones a seguir con el tema del Festival de Santa María. Casi seguro que Polanco le dio la palabra al desabrido de Enrique Villuendas, la mano negra detrás de cada una de esas estrategias que pare la dictadura.
Entonces me pregunto cómo tienen valor o vergüenza de hablar de campaña de desprestigio, si ellos se han pasado la vida desprestigiando a todo el que aparezca como enemigo potencial del castrismo o lo que representa. Incluso, han intentado hacerlo hasta con Javier Milei, el candidato presidencial argentino, solo porque, si llega a la Casa Rosada, dan por hecho que será una espina clavada contra el régimen de La Habana en cualquier foro internacional.
Torres Corona habló de ofensas y amenazas. No tiene pudor de decirlo el representante de un país que amenazó, ofendió y golpeó a miles de cubanos el 11 de julio de 2021. O el mismo que se ha cansado de criticar a todo aquel que decidió salir de Cuba por discrepancias con el régimen, y no para buscar dinero en el norte y regresar después a lamerle los pies a los castro y sus adláteres, como algunos de esos que estuvieron o están aún en Cayo Santa María.
Lo del régimen es salir a contrarrestar todo lo que vaya en contra de un sistema levantado sobre mentiras, el mismo que abre las puertas a estos artistas de poca monta, mientras se la cierra a otros que vieron languidecer sus carreras sin poder regresar jamás donde sus raíces, entre ellos la fallecida Celia Cruz, Willy Chirino y Arturo Sandoval, entre algunos otros.
Y que conste, no voy a hablar de las mentiras del régimen en cuanto a asistencia, recaudación y esas cosas para las cuales no se toman el trabajo ni de utilizar una calculadora, porque de eso ya El Vigía de Cuba hablo con todos los argumentos en la mano.