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Por Anette Espinosa ()
La Habana.- En las últimas dos horas un mensaje comenzó a correr como la pólvora en Cuba: «habrá un apagón de 72 horas, porque el gobierno no tiene combustible para las termoeléctricas».
El mensaje entra por todas partes: por los grupos de Whatsapp, por los de revolico, los amigos llaman por teléfono, se lo dicen en la calle, o se lo gritan de ventana en ventana, de portal en portal.
Es como si fuera a ocurrir un cataclismo. La gente en Santa Cruz del Norte ha comenzado a acarrear agua. Mis tíos en Colón están friendo una carne que tenían en el refrigerador.
Unos amigos pinareños pusieron la nevera a full para intentar hacer hielo y así tener con qué sufrir menos la agonía.
Una amiga en Bainoa está alarmada. Tiene una niña pequeña y teme que la leche de la semana se le eche a perder.
Unos parientes que viven en la Ciénaga de Zapata cruzan los dedos y miran al cielo. No tienen corriente ahora, no pueden llenar los tanques de agua, y si ocurre un apagón tendrán que acarrear el referido líquido desde muy lejos.
Mi suegra me llama de Palma Soriano alarmada. «¿Qué me voy a hacer, hija?», me dice con voz tropelosa. «Sin corriente Manolito no puede dormir, porque debajo del mosquitero el asma lo mata».
Por la calle pasa un auto de policía. Rueda lento. El acompañante mira a la derecha de manera amenazadora, como advirtiendo que no tolerarán nada contra el gobierno.
En San Miguel, el Jimagua se despierta y comienza a elucubrar. «Si se va la corriente, mejor. Así tendré más coberturas para robar», piensa.
En Cabaiguán, el viejo Felipe Fonseca le dice a su mujer que tres días de apagón es demasiado tiempo. Puedo estar una noche sin dormir, cuidando los cochinos y las vacas, pero tres noches es demasiado,
«Ya no tengo edad para esto. ¿Cuándo se acabará toda esta mierda?», se pregunta mientras la mujer sale al patio a buscar unos trozos de madera recién rajados.
«Voy a meter la leña, Viejo, porque no queda mucho carbón y lo dejaré solo para el café», dice la esposa de Felipe, mientras se seca el sudor de la frente con el delantal, tiznado en varias partes.
Mary, enfermera del hospital Amalia Simoni, no puede creer que vaya a ocurrir un apagón de tres días, programado. No puede ser, porque ella vio una publicación de Lázaro Manuel Alonso.
La publicación de ‘Lázarito’, como le dicen, hablaba de apagones normales, si es que se puede considerar así a estar 18 horas sin energía eléctrica.
Va a buscar agua al pantri y le comenta a la pantrista y solo se lleva de respuesta: «Me da lo mismo. No tengo nada que perder. Ni comida para mis hijos tengo».
«Haré té de tilo, de hojas de guayaba o de moringa. Es el principal alimento para gente como nosotros», dice mientras le da la espalda a Mary, que se aleja, disfrutando un vaso de agua fría.
Maicol lee un libro debajo de un viejo árbol de mango en el patio de su casa. Lee El Viejo y el mar. «¿Qué pensaría el gran Dimaggio?», lee, y el mismo se responde.
«Dimaggio nunca supo lo que era un apagón. Tal vez nunca haya capturado un gran pez, pero si jugaba para los Yankees no debió saber que es un apagón. Pero Santiago, sí».
«Ahora todos acá somos como Santiago», pensó Maicol, quien se levantó de la hamaca de lona y entró al baño, aun con el libro en las manos: «Voy a cagar ahora, que hay agua, para poder descargar».
Luego dijo para sí: «Si es verdad que hay apagón, me iré por ahí, lejos de todo esto… donde no sienta nada. No quiero sentirme derrotado. Y voy a apagar el teléfono, para que nadie me encuentre».
Zenaida, la capitana que creyó siempre en las bondades de la revolución, no se explica porqué no han salido a desmentir lo del apagón general. «¿O es que es verdad que no tienen combustible?».
Ni Zenaida cree ya en nadie. Hace unos días despertó y se quedó en la cama. Le faltaron energías para despertar. Y lloró, en silencio, porque no se atreve a admitir que su sueño fracasó.
«Esto es una pesadilla», se dijo para sí y sintió cómo dos gruesas lágrimas corrían por sus mejillas, rozaban sus aretes y caían en la almohada.
El sueño de gente como ella se ha vuelto una pesadilla. El de otros está a punto de comenzar… vamos a creer que sí.
No importa que haya apagón. Yo no voy a perder la esperanza de ver el final de todo esto.