Por Víctor ovidio Artiles ()

Caibarién.- ¿Qué genio voy a tener? ¡No hombre, no! Me levanto sin corriente, sin gas, sin agua, con media dosis de cafetera, sin cigarro (me da la gana fumar). Decido afeitarme y no logro ver al tipo del espejo y suelto la máquina.

La casa está más oscura que de costumbre. Para mí, ella es la que tiene genio y se la desquita conmigo. Los vecinos tampoco tienen genio y me reciben con Álvaro Torres. Dice el salvadoreño que «me va a doler». ¡Que gracioso el feo ese!

Voy al saco de carbón y traslado diez o doce trozos. Tengo las manos más oscuras que mi casa. Me llama un trabajador diciendo que no tiene guagua para trabajar. Me llama otro y otro. Lleno de carbón la pantalla.

Enciendo una latica de un alcohol con más agua que mis tanques para que caliente el carbón. Demora y logra encenderse. Para mí, el carbón se calentó de genio porque el alcohol es una mierda.

Pongo la cafetera y empiezo a contar. Cuando iba por el diez mil quinientos sesenta y tres, empezó a colar. Bajo el cielo todo encaja. Como me queda solamente una cucharadita de azúcar podré endulzar ese tin de café que sale.

Ameniza el momento un tema a capella de Álvaro. ¡La madre que lo parió! ¡Que malo es, carajo! No tanto como los reguetoneros pero mortifica.

Me visto, tomo café, salgo, recojo jabas, nylon, paquetes vacíos, hojas de libreta, los apurruño, se los tiro a Basi -el basurero del frente- que me saluda molesto por dos buzos que están revolcándose sobre él.

Le digo a Basi que me deje tranquilo, que no estoy para nadie hoy.

Camino que te camino, como Pollito Pito, rumbo a mi parada y buscando cigarros (me da la gana). Llego a la parada. Mal día para dejar de fumar. ¿Qué coño voy a tener genio, chico? ¡Coño!