Por Ulises Toirac
La Habana.- Algunos se han interesado desde que lo anuncié esta mañana, y realmente es algo que me ha venido varias veces a la cabeza cuando trato de representarme gráficamente la situación social de Cuba.
A ver. Mi «trauma» gnoseológico/interpretativo respecto a las cosas cotidianas viene de haber estudiado carreras técnicas. No puedo ver algo sin hacerme una interpretación física. Por ejemplo, si veo una gota en una superficie inmediatamente entro en la comemierdería: «ella no se desparrama infinitamente sobre la superficie (es un líquido sobre un objeto sólido plano, qué coño, por qué iba a quedarse recogidita ella) porque existe la tensión superficial de los líquidos». Ya te digo… La comemierdería en dos patas.
Igual me sucede con todo. La reacción de una persona a una serie de críticas se me antoja el resorte que se va comprimiendo hasta que por algún motivo se «suelta»…
Hace años me imaginé la situación social de Cuba (y no solo en Cuba, cualquier país en crisis) como una liga que se estira contante y lentamente. En otras latitudes la liga no vuelve exactamente a su posición inicial pero de alguna manera se logra retirar tensión y dejarla reposar un tiempo.
En Cuba las decisiones que fueron provocando ese estiramiento se repetían (se repiten) cíclica y tozudamente a contrapelo de constatar ese estiramiento. ¿Se estiró? No importa, sigue…
Pero llegó un momento en que el modelo ya no me sirvió. No hay liga que aguante tanto estiramiento tanto tiempo. Salté al elástico de calzoncillo, que me daba mejores resultados comparativos, porque… Yo no sé si han visto un calzoncillo «atlético» con más de diez años, yo sí. Incluso lo he visto zafarse del calzoncillo y moribundear solo, hecho leña. Llega a ser una tira deforme y extremadamente larga.
Pero, ¿saben algo? El elástico de calzoncillos a fuer de últimas es un cuerpo sólido, tiene un límite como cuerpo unitario. Tampoco me sirvió en un momento determinado porque la situación social de Cuba excede lo imaginable.
Ninguno de los modelos «estirables» se correspondía. Hasta que me vino a la mente la plastilina
Mi pasión de chama era lograr coger una bola de plastilina y darle manito sobre la mesa pa’ cá y pa’ llá. La plastilina se va alargando y alargando. Pero con ello sucede que se va poniendo delgada y delgada. Va dejando de tener la robustez que puede tener mientras más aglutinada está.
Y es la idea, la que mejor me acoteja: una porción de plastilina a la que se le ha dado manito y manito y manito (y se le sigue dando) de manera que se estira y estira y estira sin querer retornar a su consistencia inicial. Hay partes que casi no puedes ver el delgado hilo de plastilina. No sabes exactamente la ruta, el principio o el final de la cabrona plastilina que nadie sabe, incluso, si su existencia misma es solo un espejismo.
Y queda acaso la subjetividad de saber que era plastilina en un momento de su historia.