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NI MORIRSE…

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Por Reynaldo Medina Hernández ()
La Habana.- Hace unos días murió mi madre. La aquejaban el desgaste de sus 86 años y una demencia provocada por los largos apagones de hace dos veranos. No pudo soportarlos y sus nervios colapsaron como la economía cubana y el SEN. Estábamos preparados para su muerte y lo que seguiría.
En mi pueblo de origen, los últimos entierros han sido en tractores con carretas, autos con trailers, el féretro atravesado sobre el maletero y sostenido por los dolientes, porque el Gobierno no garantizó el carro fúnebre. Ya no se hacen velorios, cuando llega el servicio funerario es para meter el cadáver en la caja y a enterrarlo a la hora que sea, incluso de noche a la luz de los celulares, porque en los cementerios no hay iluminación.
Durante su largo padecimiento, las autoridades sanitarias no le aseguraron a mi madre nada de lo que necesitó. Cama fowler, sillón de ruedas, medicinas y culeros fueron gestionadas por la familia. Como vivía en un municipio y era atendida en otro, la trabajadora social le aconsejó a mi hermana, su amorosa y sacrificada cuidadora, tramitar el traslado. Entonces, ¿para qué está ella? Horas después del entierro, una desinformada médico de ¿la familia?, sin ni preguntar por la paciente, trajo la «buena noticia» de que la «ayuda» se había aprobado.
El féretro se trasladó a la casa por gestión familiar, por eso hubo velorio (con su correspondiente apagón de cuatro horas). Parecía una caja de Acopio, sin presillas para fijar la tapa, ni cristal. Hubo que cerrarla a martillazos, al estilo del Viejo Oeste. El prometido carro fúnebre nunca llegó. Cansados de dilaciones y mentiras después comprobadas, se decidió enterrarla por medios propios.
Mi madre nunca simpatizó con el Gobierno, y por eso no recibió nada de él. Supongo que partió al otro mundo feliz de no agradecerle ni el entierro.
Vivir en Cuba es un infierno, y muchas personas, sobre todo los más viejos y desesperados, ven la muerte como una solución. No se hagan ilusiones, aquí uno ya no puede ni morirse.

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