Por Alina Bárbara López Hernández ()
Matanzas.-Cuando a un gobierno no le queda ya ni la capacidad de hacer promesas, no logra revertir el desastre que ha creado y ni siquiera puede aplicar políticas compensatorias de «pan y circo»; solo le resta un aliado: nuestro miedo, ese que inmoviliza y acalla. Es lo que está ocurriendo hoy en Cuba.
Los sistemas totalitarios se mantuvieron siempre sobre la base del terror; pero en nuestro país existe actualmente un contexto en que la ruptura del monopolio estatal de la información y las comunicaciones ha provocado que el miedo empiece a debilitarse, pues cuando se pueden denunciar los atropellos se pierde la opacidad propia de un aparato que siempre actuó en las sombras para ser realmente efectivo.
Ante el resquebrajamiento de las bases que sostienen a la obediencia del individuo como valor soñado por la clase política dirigente, son potenciados los esfuerzos para que el terror se mantenga y no colapse el sistema.
Luego de la entrada de Internet, es claro que el aparato ideopolítico parti/estatal perdió la capacidad de censurar las voces críticas; intentarlo es igual a pretender parar una cascada con las manos. Llegados a este punto, han apostado a que seamos nuestros propios censores.
Tras casi dos años estudiando al aparato represivo desde dentro, estoy convencida de que son una especie de depredadores que se alimentan del miedo de sus víctimas. No obstante, en el momento en que se logra superar el terror (lo que requiere de fuertes convicciones, herramientas psicológicas y una coherente estrategia, familiar y mediática), esos depredadores quedan descolocados.
En las diversas ocasiones en que he sido detenida en los últimos años, o se me han hecho actas de advertencia, o he sido instruida de cargos, o llevada a juicio, o condenada por el delito de «desobediencia»; jamás han intentado «conversar» sobre mi participación en la prensa independiente, primero como coordinadora de LJC y desde julio del 2023 como codirectora de CubaxCuba Laboratorio de Pensamiento Cívico.
Ignoro cuántos directivos de medios independientes residen permanentemente en Cuba, pero no creo sean muchos. Yo soy una de ellos y nunca ha sido un tema utilizado para intentar amenazarme o imputarme de cargo alguno.
De hecho, en la Ley de Comunicación acabada de aprobar, no se menciona a la prensa independiente, no se la reconoce. El que quiera tocar ese asunto conmigo recibirá esa como primera respuesta. Si no me reconoces no existo, si quieres que hable contigo me reconoces primero, y punto. Y sobre el uso de Internet, insisto en lo que ya he dicho: si no les gusta, imiten a Kim Jong-il.
Ya sobre hipotéticos cargos de «mercenarismo» y otros afines, si tienen pruebas para sostenerlos, que me acusen, pero deberán abrir un expediente con denuncia previa, número de causa, etc., etc., y, con mi abogada mediante, declararé llegado ese momento.
No intento dar lecciones a nadie. Comprendo perfectamente que el miedo es consecuencia de las aberrantes prácticas autoritarias que hemos padecido por décadas, es parte de la indefensión aprendida. En tal sentido todos somos víctimas, y ante eso hay que tener una actitud empática, pero si no intentamos superarlo no podremos ser libres jamás.
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