MEROLICOS

CUBAMEROLICOS
Por Irán Capote
Pinar del Río.- No sé si todavía existen los “merolicos”. Hace tantos años que no escucho esa palabra que casi pudiera pensar que me la he inventado yo mismo.
Pero como tengo buena memoria, recuerdo como si fuera hoy, aquel tiempo de mi niñez en que pululaban los merolicos por los campos, gritando todo lo que tenían para “cambiar.”
Los merolicos eran personas de la ciudad que se echaban a cuestas todo lo que iban encontrando a su paso: ropas usadas, ganchos de tender, pozuelos plásticos, ollas usadas, alambritos de fregar, jabones, presillas de pelo, zapatos de niños con poco uso, caramelos, condimentos, planchas eléctricas y de carbón. En fin, todo lo que sus lomos pudieran cargar.
Los merolicos se montaban en el tren que partía de la ciudad y se apeaban en los campos. Entonces iban trillo adentro cambiando todo lo que llevaban por viandas, arroz, frijoles o pollos.
Eran unos cuantos y se dividían por zonas de caseríos. Recuerdo con amor a uno muy carismático que se llama Culoepollo -en Gloria esté- que siempre llegaba a mi casa a la hora del almuerzo y mi abuela le servía mientras analizaba qué productos le interesaba cambiar por arroz.
Una vez, el mismo Culoepollo le cambió a mi abuela un jabón de lavar por una pollona “pezcuecipelá» que era la vida de mi abuelo. Pero ya ella estaba cansada de lavar la ropa con semillas silvestres y sin contarlo con mi abuelo, hizo el trueque de comida por espuma.
Todavía retumba en mi cabeza la frase de mi abuelo al enterarse: “¡Ahora vamos a comer sopa de Jabón Batey!”…
Con el tiempo fueron desapareciendo los merolicos. Porque ni productos en la ciudad, ni alimentos en el campo fueron quedando.
Y ahora, en momentos de avance como este, en momentos de emprendimientos y de futuro de esta entusiasmada juventud cubana, me pregunto: ¿por qué no retomar una tradición con un nombre tan bonito?
A ver, digamos que ahora mismo, con estas ganas que tengo de comer pan chorreado, alguien tiene una libra de azúcar y quiere cambiármela por algo usado pero con buen sentido práctico. Y yo, que doy lo que sea por comerme ese pan almibarado, decido “meroliquear” esta cama estilo VictoriaDelasIdeas XV en la que me he acostado a la intemperie a pasar los largos apagones.
¿Alguien quiere? Puede parecer que no, pero es divina para esperar por la solución de la crisis energética.

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