REACCIÓN DE DUELO (CONVERSANDO CON MAMÁ)

CUBAREACCIÓN DE DUELO (CONVERSANDO CON MAMÁ)
Por Tania Tasé ()
Berlín.- Tú y yo tenemos que hablar. Ya es tiempo, porque hace mucho que no me visitas. Y yo te necesito. Las dos somos regañonas, así que voy a empezar por ahí. Estoy enojada y triste. Muy triste. Hace hoy ya seis larguísimos años que te fuiste a pasear, Dios sabrá adónde. Los normales dicen que has muerto, pero tú y yo nunca fuimos así y no me da la puta gana de soltarte. Allá ellos si elijen dejar descansar a sus muertos, pero nosotras no entendemos el concepto descanso, no entendimos nunca de qué hablan.
En todo este tiempo, sólo te has distraído de tu paseo de flores y música dos veces y me has visitado en sueños. Viniste, pusiste tu mano pequeña y caliente en mi mejilla y me susurraste “Tanita, tú puedes”. Y yo eché a andar. Sólo tú me nombrabas así. Hace siglos. Ahora hay mucha gente, que ni siquiera conozco personalmente que me dice así. Sí, es la maravilla de la era digital. La gente se conoce sin verse, sin tocarse, sin sentirse el olor, sin abrazarse, sin respirarse. Y se quieren así también. No encuentro nada malo en eso. Es como ampliar el amor, darle más posibilidades, incluso a grandes distancias y se necesitan pocos recursos. Es el siglo XXI, mamá.
Pero yo necesito que vengas, me abraces y me susurres que puedo. Porque estoy muy cansada. Y estoy siendo amable en el lenguaje y en el tono. En lo que te enteras y decides venir, te pongo al día.
Se aproxima un tiempo de sombreros sobre mi cabeza que estalla. Es el otoño, mami. Nuestra estación favorita, al menos en esta primera parte, que es una especie de tregua entre el enceguecedor y agotador verano, y el invierno implacable y oscuro. Es el tiempo ideal para que nos agarremos de la mano y hagamos un paseo juntas y nos contemos todo. A nuestro modo: interrumpiéndonos una a la otra y refunfuñando porque «tú no me dejas hablar”. Enojarnos y morirnos de la risa al minuto siguiente tras comprobar que somos igualitas. Piénsalo porque hoy tengo todo el tiempo del mundo sólo para ti.
He sido muy terca últimamente, más de lo habitual, mamá. Y eso me ha cansado mucho. La terquedad a veces es una estupidez muy dolorosa, por ejemplo cuando una quiere forzar a un molino de trigo a que produzca polvo de piedra. No hay manera que eso funcione. Entonces entra un personaje nuevo a la obra: la señora Frustración.
Esa señora cuando llega es muy difícil de echar. Se apodera de todos tus amores, el de pareja, de familia, amigos, trabajo, Cuba y del amor a mí misma. Lo peor es que se roba la motivación. Y con ella toda mi fuerza.
No hay ninguna descripción de la foto disponible.Te lo estoy contando todo de un modo muy desordenado y hoy vas a tener que perdonarme, porque así andan mi corazón y mi cabeza. Desordenados. Razón de más para que vengas y me des un abrazo que lo ponga todo de vuelta en su lugar.
Tu hombre está bastante bien. Entero. Sólo a veces cansado y triste, pero sólo un poco. Enseguida se repone y a veces siento un poco de envidia de su energía y su humor, pero yo sé que te extraña mucho. Se le ponen los ojos chiquitos cuando hablamos de ti. No se halla sin ti. Ninguno de nosotros. Tus niñas Jenny y Diana trabajando muy duro y prosperando, amas y señoras de sus esposos que las adoran. A veces ellas abusan un poquitín de eso, ¿sabes? ¡Claro que sabes, si está en sus genes! Los pequeños Jose y Bastian ya no lo son tanto. Crecen fuertes, saludables, laboriosos y cariñosos. Y muy traviesos y ocurrentes. Me doy cuenta de qué tan rápido envejezco cuando me quedo tiesa por las preguntas y comentarios que hacen esos dos enanos. A ellos también les haces falta. Jose marea a papi con preguntas sobre ti, y el viejo se suelta a contarle anécdotas con una voz tan dulce que hace nudos de piedra en mi garganta. Pero los ojos de tu hombre brillan y yo vuelvo a tener un papá joven. Como lo recuerda mi yo niña. Y por un breve instante te trae de vuelta: estás sentada aquí junto a nosotros y nos miras y ríes.
Mientras te hablo, copa en mano (¡pecadora que soy!), escucho aquella canción de la Streisand que solíamos destrozar a grito pelado cuando lavábamos y tendíamos la ropa con pedantería muy alemana en nuestro balcón de Alamar. ¿Te acuerdas cómo se enojó papá una vez cuando dejamos achicharrar la comida que nos había pedido que vigiláramos sólo tres minutos? ¡Y nosotras cantando Woman in love sin sentir la peste a quemado! Sí, entonces lo teníamos todo y no lo sabíamos, las ganas de cantar y el mar. Y ahora sí me he roto completa porque he recordado tu voz hablando del mar de Cuba las últimas noches que cuidé de ti, mientras temblabas de frío. Y yo te abrazaba y te juraba que volveríamos juntas a él.
Ahora me mandan mis amigos desde allá el mar en fotos y vídeos. Los amigos que me miman mientras padecen hambre, apagón, abusos de todo tipo y represión. Hoy el mar está enciclonado. Hay un huracán con nombre de mujer hermosa que de nuevo dejará a muchos cubanos sin casa, más hambre y más enfermedades. ¡Ay, mamita, y lo peor con menos esperanza! Una idea se cuela macabra en mi cabeza, y es que nada une más a los cubanos de las dos orillas, que un ciclón que afecte a ambas. Además de la preocupación por las familias de la isla, los cubanos del norte temen ser afectados y no poder seguir socorriendo a sus parientes secuestrados en la isla. Es criminal lo que ese régimen ha hecho con nosotros. Mira tan sólo los años que nos robaron. Son tantos como los que estuvimos juntas. Y luego nos acusan por odiarlo.
¿Te acuerdas de las Damas de Blanco de las que tantas veces hablamos? Pues así sencillamente tuvieron a Berta Soler secuestrada más de tres días. Y yo no tuve fuerzas para denunciar, para apoyar. Me da vergüenza de mí. ¿Pero quién me va a escuchar cuando grito, si hay millones que se parten de la risa con el pancito invisible e incomible de la cuota y los apagones? Yo lloro con los memes y ellos se ríen. Y se ríen los de afuera que tienen familia dentro también. Esas risas continuas por décadas, esos “esto no lo cambia nadie”, los “no hay más ná” han acabado con mi motivación. Y están acabando con mis esperanzas. ¿Quién, de todos los que tanto ríen de su propia miseria y muerte, va a escuchar mis gritos por los presos y por los reprimidos? ¿Quién pinga?
También están tristemente los cubanos que huyeron y nunca se quejaron del calor siquiera, y ahora son los más insolidarios, intolerantes y extremistas, totalmente carentes de amor y compasión por sus hermanos. Y otros millones más silentes que cuando estaban en Cuba. No puedo entender.
Es tan fuerte mamá, ver cómo se acumulan los mensajes en mi teléfono de madres solas con varios hijos y no tienen comida ni medicinas para ellos. La impotencia me frustra también. Las mujeres asesinadas por sus machos o ex más rápido que lo que se mata a una gallina. Tantos niños desaparecidos y abusados. Tanta juventud que se droga, tanta violencia.
Hay un poeta al que se le derrumba la casa. Y a otro poeta se la han invadido.
¡Y yo no puedo más! Aunque me diga a mí misma que he hecho todo lo que pude. Hay muchos cubanos fuera y dentro haciendo todo lo que pueden. Y más que yo. Quizá la cuestión no sea hacer todo lo que se pueda, sino hacer todo lo que se deba. Pero qué es todo que deberíamos hacer y no estamos haciendo? TRABAJAR JUNTOS! Y de eso nos separan años-luz.
La mayor frustración que tenemos es no sabernos comunicar unos con otros y juzgar en lugar de construir.
¿Tienes alguna idea, mamá? Algo que me devuelva las fuerzas y la fe. Y también la terquedad.
Ya sé que te pido mucho, a mí no me gusta pedir y cuando lo hago, pues exagero,
Seis infinitos años de duelo por ti. ¿Cuántos por Cuba?
Perdón, madre, ven a visitarme igual sólo para que me abraces, porque al final del día todos somos eso: niños pequeños esperando merecer el abrazo de mamá. Nadie es tan feliz, fuerte o rico que no lo necesite.
Estoy enferma de tristeza e impotencia. Abrázame, porque esta «guerrera» se está rindiendo.

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