Por Manuel Viera ()
La Habana.- Este domingo, mientras atravesaba el parqueo e intentaba acceder al Santuario de San Lázaro, como de costumbre me cayeron encima decenas de personas para vender velas, collares, imágenes y el copón divino.
Es lo que menos disfruto cada vez que voy a la casa de San Lázaro, se hace difícil avanzar. Intenté explicarles, como hago siempre, que no soy un hombre excesivamente religioso, que conservo la fe de mis ancestros pero no suelo depositarla en velas, collares o imágenes aunque respeto mucho a quien lo hace.
Ya cuando aquello comenzaba a calmarse y la multitud comenzaba a perder su euforia finalmente pude avanzar, y aunque creía que ya lo había escuchado todo, de repente, un señor desde una mesa me gritó:
-¡Tengo las velas del parole!… Llévate una, la enciendes y te va a llegar enseguida.
Me acerqué, le saludé con el puño en señal de respeto y aunque intenté evitarlo, inevitablemente sonreí y luego seguí mi camino.
Vivo cada dia más convencido de que el cubano no sería pobre y miserable en ningún otro lugar de este planeta.i Icluso en el Sáhara sería capaz de vender arena.