LA FILOSOFÍA DE MI VIEJO

LECTURASLA FILOSOFÍA DE MI VIEJO

Por Arnoldo Fernández ()

(Recuerdos: A tres años hoy de su viaje a lo eterno)

Contramaestre.- «El que te llama mentiroso sin probar la verdad de lo que dice, no es bueno; no permitas que su veneno llegue a tu corazón, porque morirás de su mordida». Palabras sabias, hijas de una vida sencilla, sin afeites, ni lujos, eran las de mi viejo en nuestras conversaciones diarias.

Muchas veces traté de entender cómo era posible que siempre tuviera a mano una frase, un refrán, una historia, para llamarte la atención, educarte en lo que creía justo.
El viejo no era un hombre leído, nunca fue a la escuela, su padre lo enseñó a leer, escribir y sobre todo nociones elementales de matemáticas. Leía lo necesario, aprendió a firmar porque era útil, sacando cuentas ni la mejor calculadora podía ganarle.

«Por mucho que el aura vuele, siempre el pitirre la pica», cualquier situación de la vida cotidiana era motivación para algo así en sus labios. «La caña está a tres trozos», era uno de sus refranes preferidos, o «El que a buen árbol se arrima, buena sombra lo cobija».

A veces me sorprendía con expresiones de altísimo vuelo intelectual: «El que te ataca sin aparente razón, es porque le picó algo, mira a ver cómo le respondes. Hay gente que merece nuestro silencio».

Abuelo era un filósofo popular, no porque lo aprendió en los libros, sino porque el hombre sincero tiene las mejores conclusiones ante los problemas de la vida. Cada inconveniente, una lección, así de moraleja en moraleja educó la virtud, eso quiso para mí y se lo agradezco infinitamente.

Un día como hoy, el mundo vio como fueron destrozadas las Torres Gemelas, el ser humano supo que a partir de ese momento, la vida corría peligro en cualquier lugar del planeta por muy seguro que lo creyera. La mayoría de los hombres piensan como un simple labriego, abuelo vio la noticia de las Torres y dudó enseguida: «Malos tiempos vienen», era como si se hubiera asomado al cielo y viera el aguacero que venía en camino.

El 11 de septiembre de 2021, pasado el almuerzo, cerró los ojos, su padre vino a buscarlo. Había cumplido 106 años. Los seres que nos aman nunca se van, nos cuidan, eso decía. Él tenía la certeza de que su padre venía cuando su vida corría peligro:

─ Mi padre está sentado a los pies de la cama. ¿Lo ves?

Yo miraba y no había nada, pero él lo veía, lo sabía ahí, acompañándolo como padre amoroso.

─ Papá, es Arnoldito, el otro hijo que Dios me dio.

Veía lágrimas en sus ojos, muchas lágrimas. Entonces me decía:

─ Arnoldito, papá está aquí, pasa sus manos sobre mi cabello. ¿Puedes verlo?

Yo le decía que sí, para no llevarle la contraria. Luego volvía a hablarle a su padre:

─ Gracias papá. Ya es hora, estoy listo para irme.

FOTO:
*Mi última foto con abuelo, después que cumplió los 106 años.

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