Por Joel Fonte
La Habana.- La secretividad es una herramienta de impunidad para el régimen cubano.
¿Cuál es su deuda externa y cómo se negocia, cómo se paga, a qué países? ¿Cuál es el contenido de la alianza del régimen Castrista con China, Rusia, Irán, Venezuela, la Unión Europea, y cómo se determina la soberanía del Estado cubano en esas relaciones?
¿Cuánto gastó Castro en los últimos años fortaleciendo las fuerzas armadas, las fuerzas del interior, invirtiendo en el sistema turístico, en la producción de vacunas anti-covid, y cuánto dejó de invertirse en la generación eléctrica, en la adquisición de alimentos, de medicamentos, en el sistema de salud, que está colapsado?
¿Qué representa proveer de alimentos a la industria turística y como afecta el suministro al pueblo en un contexto como este? ¿Cuál es el grado de responsabilidad, y de quiénes, en las políticas económicas que han hundido todavía más a Cuba?
¿Cómo se gasta el dinero que pertenece al pueblo cubano? ¿Cuántos casos de corrupción, de malversación de millones y millones de dólares se detectan cada año en las más altas esferas del Estado, del Gobierno, de la jerarquía del Partido Comunista a todos los niveles, y qué pasa con esos funcionarios que no van a la cárcel?
Las preguntas serían interminables, pero todas conducen a una cuestión esencial: en Cuba no existe transparencia en la información, porque es un derecho humano que no conocemos los ciudadanos hace 65 años.
La transparencia en el ejercicio del poder político, en la administración de los recursos públicos, en el ejercicio de la gobernanza en general, es un requisito inherente a los regímenes democráticos.
Porque esa transparencia garantiza a los ciudadanos conocer qué hacen sus gobernantes con los bienes del país, con el poder que se les otorga, a la vez que constituye freno para la corrupción, o impide la simple incompetencia, la continuidad en el ejercicio del poder cuando no se demuestra capacidad para ello.
En Cuba, con el Castrismo, la información no es un derecho humano, ciudadano, sino una herramienta más -de las más eficaces- para controlar al pueblo, para manipularlo, para tenerlo de rehén, para construir falsos liderazgos en torno a figuras que serían desnudadas como unos fracasados, o ladrones, o asesinos, si se pudiera tener acceso a sus vidas y a su obra verdadera.
La secretividad permite llevar al abismo al país, descender un peldaño tras otro, sin que el pueblo lo imagine siquiera.
Porque el Castrismo articuló un régimen hecho desde la verticalidad de un grupo de hombres -los que controlan el Partido Comunista, con Raúl Castro a la cabeza- en quienes descansa el poder de ocultar todo lo que no les es conveniente, de decidir por la vida de millones de seres.
Esa secretividad terminará, y la verdad quedará expuesta. Y tal realidad hará agachar la cabeza a muchos que sentirán vergüenza de haber sido cómplices.