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ONCE HORAS SIN JORGE FERNÁNDEZ ERA

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Carlos Cabrera Pérez



Majadahonda.- Muy mal tienen que estarle viendo el ojo a la chiva los esbirros, cuando cometen la atrocidad de dejar a Cuba once horas sin Jorge Fernández Era; un humorista, cuyas únicas armas son la sátira pensante y el choteo del absurdo pernicioso.

La dictadura más vieja de Occidente siempre ha tenido un problema serio con el humor porque no soporta la irreverencia, la burla y mucho menos la carcajada que pone a pensar y pare ovejas descarriadas del recto sendero hacia el pan con na.

Una mezcla de jesuita totalitario con los manuales de Afanasiev y la relectura interesada de Gramsci solo puede generar una ideología anticubana que incluye la perenne exaltación del líder y sus chistes como la mariquita más cara del mundo (plátano burro con riego microjet), la voluntad hidráulica y ollas reinas en una isla oscurecida por el comunismo de compadres.

A esta hora, aún no sabemos los detalles de la detención, que Fernández Era contará cuando se recupere de tan fantástico medio domingo verde oliva; sin poder asistir a la boda de la gata con Juan Pirindingo y frente a uno o varios oficiales de Enfrentamiento mezclando indagación con amenazas veladas y desveladas, como estuvo la esposa del humorista desde que la patrulla 409 se lo llevó a una estación policial degradada y maloliente.

La detención intermitente es una práctca soviética para provocar desamparo y angustia en el reo y su familia y la elección del domingo obedece a la estrategia de amargar la vida de los cubanos que no comulgan con la consigna única, pero que resultan más útiles en la cárcel grande, que en las numerosas y abarrotadas a lo largo de la isla enjaulada y hambrienta de casi todo.

A ver cuánto tardan esos intrépidos firmantes del libelo contra Venezuela y a favor de Nicolás Maduro, en redactar una cartica de protesta por la detención de un cubano jodedor, que dice y hace cosas muy serias porque deja en ridículo a los mandantes de esos jineteros culturales siempre listos para apoyar la barbarie contra la civilización.

Jorgito sabe que habrá más detenciones; incluso sus captores le habrán advertido que, de seguir portándose mal, puede acabar siendo condenado por hacer reír a sus conciudadanos, como viene haciendo desde que era chiquitico, pero lo que no sabe todavía el Farint es que la Era está pariendo un corazón y que no puede más, se muere de dolor.

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