Por Renay Chinea ()
Barcelona.- Hace unos 10 años le hice una broma a un tipo. Tenía que atender su mesa, así que, antes de ir, me puse a intentar adivinar de dónde era.
Siempre que me acerco a una mesa, procuro saber de dónde son para dirigirme, si puedo, directamente en su idioma.
Pero ese señor estaba difícil. Hablaba una jerigonza que no pude descifrar. Hasta dudé de que fuera una lengua anglosajona.
Cuando me acerqué, me hablaron en inglés, pero noté que su hija, intentó hablarme en francés.
—Perdonen… ¿De qué país son? —les pregunté.
—De Bélgica -me dijo el hombre.
—¡Vaya…! Sácate una cerveza trapista del bolsillo a ver si es verdad…? —le respondí en broma.
—Ah… ¿conoces las trapistas belgas?
—¡Claro…! Me encantan. Soy fan… -le dije y comenzamos una larga disertación sobre cuáles eran las mejores cervezas de las Abadías. Recordé aquel personaje de Hess, creo que era Govinda, que cuando la princesa le preguntó qué sabía hacer, le respondió: solo sé matemáticas, y esperar. Pues yo lo de esperar lo gasté esperando visas, matemáticas “comme-ci comme ça”… pero de cervezas… mucho.
Lo cierto es que desde entonces y cada verano, aparece un señor y pone una caja de trapistas belgas en la barra de V de M, y se va.
—¡Dile a tu jefe que estoy aquí! —le dijo al camarero hace un par de días.
—¿Y quien…? —fue a preguntar Arthur, el chico que trabaja con nosotros. Pero vio las cervezas y se dio cuenta.
—Ah, ¿Usted es el “hombre de las cervezas”, verdad?. -Y el tipo se echó a reír.
—¡Exacto! -Le dijo-. Soy “el hombre de las cervezas”, que no puede ser de ningún otro país que no sea Bélgica. -dice Arthur que dijo.
Las lealtades, generan a veces lealtades interiores como una matriosha rusa. ¡Salud!
