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Por Jorge Sotero ()
La Habana.- Los alabarderos de la dictadura, esos que vendieron su alma al régimen a cambio de cualquiera sabe qué cosas, no toleran que algún cubano exiliado levante la voz para criticar al castrismo. La frase más común que usan es que «desde fuera no se vale, ven y dilo aquí».
Lo hacen amparados en las potestades que les da ser siervos de los Castro y su cohorte de asesinos y manipuladores. Pero olvidan que hasta esos mismos que ellos defienden ahora, alguna vez estuvieron fuera. Porque estar dentro y salir a enfrentar la dictadura puede ser demasiado caro, y no todos quieren correr el riesgo.
Para esos, la mayoría de las veces ocultos en perfiles falsos en las redes sociales, levantar la voz por Cuba allende las fronteras es una cobardía. Y no, es un acto de valentía, de liberación, desde donde quiera que se haga, y demuestra, además, que llevan consigo todo eso que se llama cubanía, y que quieren lo mejor para la tierra donde nacieron, incluida su gente.
Martí, por ejemplo, habló desde fuera. Si nos guiamos por lo que dicen las ciberclarias de las redes, el jovencito Martí, una vez que fue desterrado, no podía mencionar más a Cuba, ni defender apasionadamente a su pueblo ante los atropellos del gobierno colonial español. Y mucho menos debió trabajar en una expedición para volver a Cuba y emprender la lucha por la libertad.
Martí fue tan desterrado como esos cientos de jóvenes que salieron a las calles el 11 de julio de 2021 y a los cuales la tristemente célebre Seguridad del Estado los conminó a irse del país en 30 días o a ir a la cárcel. Y se fueron.
Esos amantes del servilismo, muertos de hambre y defensores a ultranza de la tiranía, olvidan que Fidel Castro, cuando salió de la prisión de Isla de Pinos tomó el camino del exilio y que, desde allí, organizó una expedición para venir a «salvar» a la isla que terminó enterrando.
Lastimosamente, los tiempos han cambiado. No hay ahora un país que se preste a acoger a aquellos que quieran preparar una expedición para venir a Cuba a pelear, porque buena falta haría. Cuba necesita una limpia, un cambio de 180 grados, y todas las voces que se levanten para criticar a la dictadura, tienen que ser bienvenidas, aunque haya -como siempre- algunos enamorados del régimen que quieran mantener el estatus actual.
Los militares de alto rango, los que tienen negocios y gana sumas cuantiosas, los que se benefician de la amistad de los gobernantes, los que trabajan en el turismo y se prestan para dar palos, no quieren perder sus prebendas, pero esos no son los únicos cubanos, ni tampoco los policías corruptos y los dirigentes inmorales. Hay otros cubanos, millones de cubanos dignos y honorables, que están por el cambio y que respaldan a esos que, desde fuera, también levantan su voz.
Los que lo hacen desde dentro son héroes y algún día la patria les reconocerá su valor, porque pararse en un parque y gritar contra el régimen es como autocondenarse a 15 o 20 años en una prisión cubana, donde no solo te arrebatan la libertad, sino el resto de los derechos elementales aunque estés preso, el de la comida, la información, el contacto con la familia.
Levanto las dos manos y aplaudo a los que desde acá adentro se enfrentan a la tiranía, pero también lo hago por los que están afuera. Unos y otros seremos importantes para conseguir la libertad de Cuba. Es tiempo de unirnos y de pasar de esos que quieren coartar de cualquier manera los sueños. A fin de cuentas, cubanos somos todos.