Por Luis Rodriguez Pérez
Quivicán.- Después de tantos audios que se filtraron llamando a los enfrentamientos, de llenar al país con cartelitos rojos amenazando con muertes, del trato despiadado con los presos políticos, de tantas amenazas, citaciones y chantajes…
Después de tanta bestialidad policial, de que las calles dejaran de ser de los cubanos… Después de tanto, vienen los púlpitos en los tejados, viene el humanismo, la caridad, la preocupación y el diálogo.
Entramos en un juego extraño.
Por mi parte, cuando recuerdo el rostro alegre de los asesinos mientras Angélica besaba la fría frente de su madre recién muerta; cuando recuerdo el rostro enfermo de Angélica padeciendo la parálisis; el rostro triste de Angélica, cuando aún no descubríamos que la envenenaban, veo el rostro verdadero del diálogo.
Cuando recuerdo sus dedos quebrados; cuando la recuerdo tinta en sarna, monilia y piojos, con crisis de asma y su piel devorada por las chinches, y todo esto por 63 largos días, en un hueco de dos metros; cuando recuerdo el rostro de Angélica frente al cadáver de su padre por cinco minutos; la falta de respeto y las amenazas del muchacho de la Seguridad del Estado que atiende El Guatao; cuando recuerdo esas cosas, veo el rostro bueno y angelical del Tirano.
Ahora, vendrá la cacería de brujas. No se fijaron, en las azoteas, en una orilla, siempre un jovencito con mochila.
No obstante, el pueblo salió. Aprendió algo. Como pueblo, es imposible perder. Unidos, es imposible perder.