Por Arturo Mesa
Atlanta.- El hombre metía miedo desde que se bajó del auto. Sin embargo, el auto metía más miedo que él, así que no me preocupé mucho. Vino directo hacia el tipo que estaba en la puerta que podrán imaginar era Arturito, y le preguntó: ¿Usted trabaja aquí?
Ya dije que muy a menudo me confunden con un cliente. No sé qué tiene mi cara que no parezco muy latino y hasta me confunden con los gerentes, lo cual está muy jodido porque entonces no me dan propinitas.
En condiciones normales, si usted me pregunta si yo trabajo ahí (con pulóver y gorra de “ahí”) me da por decir: “no, bobo; le estoy haciendo promoción a la marca” pero el tipo metía miedo y le dije que sí.
̶ ¿Y ya sabe que viene el Alcalde a almorzar?
̶ ¿Aquí?
̶ ¿Ujum?
̶ ¡Ah mira tú! Pérate, déjame buscarte a un gerente de verdad, porque a menos que sea Taylor Swift, cualquier yuma que entre por ahí “pasará por mi lado sin saber que pasaste”.
En realidad, al Alcalde de Atlanta sí lo conozco, porque nada más que uno hace poner los pies en el aeropuerto “Jackson-no sé quién más” el tipo te sale en las pantallitas diciendo … “Welcome to Atlanta”… bla bla bla.
Entonces el hombre me pregunta que en dónde lo pienso sentar.
– Allá –le digo– así puede ver en el TV aquel lo mal que le va a los Falcons de su ciudad.
– Muy bien, entonces necesito la mesita aquella de allá.
OK, corre, Arturito, a bloquear la mesita para que nadie la coja, no sea que después le tenga que echar a la seguridad literalmente.
Y al instante llega otro más feo que el anterior.
– ¿Ya usted sabe quién viene a almorzar?
–A ver a ver, déjame adivinar “¿Rihana?”… Ah, no…¿El Alcalde de Atlanta?
–Ujum. ¿Y dónde se va a sentar?
– Allá.
– Muy bien, entonces necesito la mesa de allá.
No vaya, si quieres cerramos esto y adiós ventas hoy. Además, esas cosas se avisan porque con tremenda facilidad llega el ilustre y no tengo ni esta mesa para sentarlo porque el patio está cerrado por el frío. Y en cuanto pienso en frío, me entra el escalofrío…
Ven acá, Arturito, si allá está la seguridad, este otro feo quién es. ¿Le tendré que decir que esa mesa está bloqueada por la seguridad? Na, yo no puedo decir eso. Tú verá que hoy exploto yo aquí y me devuelven pa Luyanó.
Entonces me percato de que seguridad se levanta, llega a la puerta y se saludan entre ellos. Uff, mi presión retorna a los niveles adecuados, ya no me deportan.
– Ven acá chico –les digo–, ¿y ustedes no se pueden sentar junticos?, vaya y les mando un cheeseburger por la casa.
–No. Él es seguridad –me dice el primer feo– y yo la Atlanta Police.
–Ya, ok. Inventa Arturito, otra mesita. Y cuando el hombre se va acercando a la tercera mesa me dice: Mira, mira, esa esquinita del bar me gusta más- y el del bar mirándome con cara de “ni se te ocurra, machi”…en fin–, yes sir.
Para no cansarlos y demostrar que debido a mi rostro de perfecto espía, en esto de la restauración no me voy a ganar la vida jamás, a la hora exacta, llega el auto del señor Dickens, se acerca a un tipo medio extranjero-medio yuma que está en la puerta, le da la mano y le dice: “Buenas tardes, he escuchado muchas cosas buenas de este lugar”.
Vaya que encima, el dueño era yo!!