87 AÑOS DEL NACIMIENTO DE UN GRAN MAESTRO
Por José Walter Mondelo ()
La Habana.- Hoy cumpliría 87 años mi maestro, y maestro de tantos, el insigne jurista Julio Fernandez Bulté. Si de alguien puede decirse con justicia que marca un antes y un después en la Filosofía del Derecho en Cuba, es de él, auténtico restaurador de la Filosofía jurídica cubana, desaparecida durante más de 30 años no sólo de las Facultades de Derecho, sino también del debate y de la reflexión jurídica en nuestro país.
Sólo su indomable tenacidad y perseverancia logró recuperar para el pensamiento jurídico cubano y la enseñanza del Derecho, la vivificante reflexión filosófica sobre los entretelones de la norma, los principios y valores contenidos en las leyes, y las candentes cuestiones éticas cuya aplicación a veces revela y a veces esconde.
Después de décadas de olvido y menosprecio de la Filosofía del Derecho, en nombre de la mal llamada filosofía marxista-leninista (que ni es filosofía, ni es marxista), Bulté logró traer de vuelta a esa madre nutricia del pensamiento jurídico, incorporándola al Plan de Estudios de la carrera de Derecho, y escribió después un libro de Historia de la Filosofía del Derecho, para que sirviera de texto básico a los estudiantes.
Entre ambos significaron una verdadera revelación para miles de estudiantes de Derecho cubanos, que finalmente pudieron acceder, en medio del positivismo ramplón y mediocre entonces prevaleciente, a una visión del Derecho mucho más completa y compleja, abierta a los aportes y los debates del pensamiento jurídico del siglo XX, y que abrió las puertas, en suma, a una verdadera transformación en los estudios jurídicos cubanos.
Bulté, con pasión, erudición y convicción, defendió una visión del derecho fundada en un marxismo culto y antidogmático, y al mismo tiempo heredera del iusnaturalismo revolucionario de la Ilustración y las grandes revoluciones, radicalmente antipositivista y abierto a las grandes contribuciones de la teoría y la filosofía jurídica del siglo XX.
Las ideas de Bulté representaron, para muchos juristas cubanos, una auténtica y bienvenida apertura a una nueva perspectiva, una que exaltaba al Derecho como una manifestación de las milenarias luchas por la justicia en la historia humana, y como una herramienta para su consecución, en lugar del escueto, escuálido y estragado concepto de la peor y más ignorante versión del marxismo, que lo redujo a ser la voluntad de la clase dominante erigida en ley.
Sus palabras resultan hoy tanto o más vigentes que entonces: “Tenemos que levantar cada vez más el contenido de ideológico, paradigmático, teleológico y deontológico del Derecho. No podemos resignarnos a un Derecho que sea un resultado cándido de situaciones sociales ya dadas, o mucho menos de la voluntad de un grupo dirigente. El Derecho tiene que ser paradigmáticamente un ideal de justicia, de ética, y mucho más para los cubanos que estamos haciendo una revolución sustentada en el paradigma de la justicia social, herederos del pensamiento martiano”.
Junto a su sapiencia y talento, o por encima incluso de ellos estaba siempre el ser humano jovial, el cubano, como suele decirse, reyoyo, capaz de hacer morir de risa, con sus anécdotas, a cualquier interlocutor; el profesor admirado, amado y casi idolatrado por sus alumnos, cuya compañía prefería a la de sus colegas más encumbrados; en fin, un ser humano auténtico, sin dobleces, humilde y sencillo, pero al mismo tiempo irreductible en la defensa de todo aquello que su conciencia le indicaba como cuestión de justicia, un verdadero Robin Hood del derecho, siempre del lado de los pobres, los humildes y los necesitados.
Sólo nos queda esperar que su luminoso ejemplo nos siga inspirando, que su legado académico siga siendo símbolo de nuestro foro y que su tenacidad y rigor sigan guiando a los juristas cubanos, agradecidos discípulos de un maestro que hacía realidad, en cada palabra hablada o escrita, el viejo aforismo latino: el abogado es un hombre de bien, que sabe hablar, y dando cuerpo a la raíz etimológica del término profesor: del latín profesor, el que profesa, el que sostiene una convicción, el que proclama públicamente sus ideas.
En el caso de Julio Fernández Bulté, profesaba, en el más alto grado, la pasión por la verdad, el bien y la justicia. No creo que quepa hacer mayor elogio de un ser humano.