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Por Manuel García Verdecia ()

Holguín.- Hace poco hice un comentario en Facebook sobre mi disgusto por ciertas actitudes que considero abyectas y declaré, con toda honestidad, que a quienes en ellas incurren no los considero mis compatriotas.

Como en todas las cosas de la vida, tan amplia y diversa, salieron algunos a decir que no se podía excluir a nadie ni dividir a unos de otros como nos han hecho.

Hago esta aclaración: hice, hago, un planteamiento desde un punto de vista personal. No estoy haciendo una declaración de principios filosóficos, políticos ni religiosos. No estoy estableciendo derechos, universales de cualquier ser humano. Solo hablo de mi inclinación personal.

En algún momento cuando dirigí alguna actividad (por ejemplo cuando estuve al frente de alumnos, los que pueden dar fe de ello) supe ser equitativo y respetuoso con todos mis subalternos, con independencia de mis preferencias personales. Sin embargo esto no quiere decir que me sintiera igual con todos y que a todos acogiera en mi intimidad.

Preferencias

No soy un santo, solo un humano, por tanto tengo mis preferencias. Igual que prefiero un color, un autor, una comida, prefiero la compañía de cierto tipo de personas.

Díganme esos que niegan de plano la diferenciación humana, si abren las puertas de su casa a todo el mundo o si entregan su amistad a cualquiera, actúe como actúe e independientemente de sus valores. Y si lo hacen, pues es su elección.

Yo no lo hago. Sé que hay ideas que dichas en abstracto suenan bonitas, pero que es muy difícil llevar a la existencia diaria, pues todos actuamos según conceptos y sentimientos particulares.

Soy un hombre honrado y digo lo que pienso. A los viles no los considero mis compatriotas. Tal vez ellos me nieguen igual esa condición. Es su derecho y con placer lo acepto.

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