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«YO SÉ MATAR; TÚ NO»

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Por Oscar Durán

La Habana.- Dentro de cuatro días, Cuba entera tendrá corriente. Posiblemente desde el 12 de agosto aparecerá el suficiente petróleo para «esperar» con luz el cumpleaños 98 del Hombre de la Piedra. Después del 13, volveremos a la misma oscuridad de siempre, posiblemente hasta el 28 de septiembre cuando Gerardo Hernández ordene hacer fiestas en los barrios por otro aniversario de una organización que ya no existe.

De verdad que no es fácil llevar una vida pendiente a un almanaque para ver cuándo viene una fecha histórica y tener un descanso con los apagones. Es el legado de estos tiempos. Un legado único y nuestro.

Más nadie en el mundo tiene los problemas de los cubanos. Ni Haití, vaya. El mundo está en recesión; eso a nosotros ni nos va, ni nos viene. Los cederistas de Gerardo estamos preocupados por los mandados del mes, el faltante de pollo, el picadillo rancio y por el Telegram de la Empresa Eléctrica.

Fidel Castro nos aisló del mundo, y después de medio siglo estamos donde mismo. Con la única diferencia de que ahora existe Etecsa  y Nicaragua está libre de visado. Lo demás, está igualito: los baches, las casas cayéndose, la basura en cada esquina, el presidente del CDR vendiendo ron, el diputado a la Asamblea recibiendo recarga en su teléfono, el Primer Secretario del Partido con tres queridas a la vez y comiendo langosta de exportación.

Es la Cuba de Fidel Castro, el hombre que solo tuvo un enemigo: él mismo. Ni los ciclones, ni el derrumbe de un edificio en La Habana Vieja, ni Ronald Reagan, ni el maleconazo, ni Posada Carriles, ni Carlos Balenciaga, ni Patricio La Guardia, nadie le quitó el sueño al dictador.

Él era su más grande problema. Si Ubre Blanca lo hizo quedar mal, se encerraba solo en su despacho y se halaba la barba furioso. Cuando la ciudad nuclear de Juraguá fracasó, le dio tres bofetadas a su hijo Fidelito, pero después todo se le pasaba. Tenía una comitiva de porristas ideológicos, verdaderos psicólogos de la perrería.

A día de hoy, nadie recuerda para bien al hermano de Raúl Castro, excepto Lis Cuesta en X y Yusuam Palacios cuando le dan la palabra en la Asamblea Nacional. Fuera de eso, más nadie. Aunque, a decir verdad, deberíamos nombrarlo día por día, mientras tengamos estos niveles impresionantes de miseria.

Fidel nos robó todo. Desde la libertad, hasta el orgullo. Lo hizo bien. Demasiado bien. A tal punto que ni valor tenemos para sonar un simple caldero en medio de tanta oscuridad. Nos hizo militantes de la idiotez y también del miedo.  A los idiotas los convirtió en Cuadros; al resto les metió el miedo por todas partes.

Incluso, hasta a Ernesto Pinto-Bazurco Rittler, embajador de Perú en La Habana cuando los famosos sucesos del 4 de abril de 1980, fue víctima del miedo impuesto por el dictador cubano. Hasta la muerte de Fidel, Pinto-Bazurco no abrió la boca para recordar aquellos tristes hechos. Y cuando decidió hacerlo, a ningún cubano le sorprendió lo que le dijo Fidel Alejandro Castro Ruz: “Entre tú y yo hay una diferencia bien grande: yo sé matar; tú no”.

Dicho esto, el embajador vino a abrir la boca 37 años después. ¿Se demoró? Depende como se vea. Aquí llevamos 65 años quietos en base, jugando safe, cuando debería ser todo lo contrario.

El 13 de agosto no es un mal día para romper el hielo. Un líder necesitamos, pero no uno como el de Birán. De ese estamos hasta las pelotas.

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