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Por Sor Nadieska Almeida ()
Hemos recibido un nuevo golpe, una humillación más. Públicamente, la ministra de Trabajo y Seguridad Social ha mentido, y el peso de sus palabras caen ante una asamblea que las acoge con absoluta complicidad como si los que estuvieran escuchándola pertenecieran a otra realidad. Es una absoluta desconexión e irresponsabilidad la que han demostrado hoy todos aquellos que teniendo la posibilidad de desmentir semejante falacia se han quedado callados. No sé qué duele más, si tanta mentira despiadada o la gravedad de un silencio cruel que oculta lo que es tan visible a los ojos de todos.
Estamos de acuerdo en que la pobreza no debería existir, no es justa, y nadie, absolutamente nadie, debería pasar por ella. Pero eso dista mucho de la verdad de nuestra nación. Nos han llevado al abismo durante décadas, y ese abismo parece no tener fin. La ministra, los diputados y todo el gobierno de nuestro país tienen la responsabilidad de tanta miseria. Y en medio de esta miseria en la que nos han sumido, continúan con el discurso triunfalista haciendo alarde de logros inexistentes.
¿Acaso creen que les creemos?
¿De verdad creen que no se está padeciendo?
¿No se enteran de las muertes de los ancianos por hambre?
¿No escuchan el grito de angustia de tantas madres por el trabajo que están pasando entre apagones y el calor insoportable, escasez de agua y alimentos, falta de viviendas y medicinas?
¿Es que no han escuchado que nuestros niños apenas duermen y les retrasan los exámenes porque no pueden estudiar?
¿No se enteran de los derrumbes que siguen cobrando vidas por no tener un techo digno?
Si hay algo que supera la pobreza, es la miseria. Quizás yo he interpretado mal las palabras de la ministra, y es verdad que no hay pobres, porque ya hemos caído en la miseria. No tenemos libertad de expresión, nos supera el miedo, nos rinde el hambre, el hastío, la tristeza, la desesperanza… eso nos ha vuelto miserables, violentos, egoístas. Es lo más grave que puede vivir una nación que fue creada para la libertad, el amor, el respeto y la justicia.
Ojalá que decidamos mirar de frente, gritar sin miedo la verdad que nos ahoga. Ojalá en esas reuniones hubiese espacio para quienes queremos decirles sin discursos, con respeto, aquello que posiblemente no quieran oír y, sin embargo, es una verdad medular: Cuba se muere y ustedes tienen en sus manos la responsabilidad de hacer que viva o enterrarla de una vez y por todas.
Con respeto les digo que yo elijo mirar de frente y decirles: Cuba no merece esta agonía. Pidan perdón, dejen paso a quienes desean una patria verdaderamente digna y acaben de entender las palabras de Félix Varela: “Ningún gobierno tiene derechos. Los tiene sí el pueblo, para variarlo cuando él se convierta en medio de ruina, en vez de serlo de prosperidad”.
Al Dios de Jesús, a quien sigo como Camino, Verdad y Vida, le pido la fortaleza que este pueblo necesita para elegir mirar de frente.